Empresarios y trabajadores en la frontera entre Estados Unidos y México expresaron alivio este sábado por el acuerdo que esfumó la amenaza de aranceles que habrían significado un golpe devastador para esta región dependiente del comercio bilateral.
El viernes, largas filas de camiones se extendían a ambos lados de Otay Mesa, el principal punto fronterizo para camiones de carga de California, en espera de lo peor, luego de que el presidente Donald Trump anunciara aranceles del 5% a las importaciones mexicanas desde el lunes en represalia por el flujo de migrantes indocumentados hacia el norte.
Pero un día después la carga fluía sin aspavientos a través de la aduana.
Después de tres días de negociaciones en Washington, Estados Unidos y México alcanzaron el viernes por la noche un acuerdo sobre inmigración que dejó “suspendidos indefinidamente” los aranceles, para deleite de los trabajadores en la frontera.
“Si los aranceles hubiesen subido, todas los tarifas habrían subido”, dice Rafael Toledo, empleado de una empresa de remolques, haciendo su trayecto diario desde México el sábado temprano.
“Pero no estoy preocupado porque todo se resolvió ayer, ¿no? No creo que haya problemas ahora. Los aranceles son malos para Estados Unidos y malos para México”, añade el hombre de 61 años.
Daniela Clark, una mexicana de visita en Estados Unidos, dice que el negocio de exportación de aguacates de su familia se habría visto forzado a subir los precios si los aranceles hubiesen entrado en efecto.
“Tienen que vender sus aguacates en Estados Unidos y nadie los habría querido comprar”, afirma.
Jorge Hernández, un distribuidor de 39 años de alimentos agrícolas que cruza diariamente a México, recuenta la escena del viernes de “miles de camiones en línea para cruzar” al lado estadounidense.
“Cuando se anunció el acuerdo todos desaparecieron”, dice, mientras su equipo mueve cajas de sandías.
“La gente se apuraba para traer bienes por la frontera. Vi cajas y cajas de alimentos apilados, y ahora no saben qué hacer con todo eso”.
Jesús Baracamontes, que conduce un montacargas en la aduana, señala que los bienes seguirían cruzando sin importar los aranceles, aunque cualquier aumento en los precios de la comida lo sentiría en su bolsillo.
“No pienso que me afectaría mucho en mi trabajo. Estamos ocupados ahora porque es la temporada del tomate aún por una semana”.
“Pero como consumidor sería muy malo. Es loco poner precios extra a cosas que ya son costosas”, dice Baracamontes, de 42 años.
“No se detendrán”
Trump había amenazado aumentar mensualmente los aranceles a todos los bienes mexicanos, hasta un máximo del 25% en octubre, a menos que México, que exporta a Estados Unidos 350.000 millones de productos al año, tomase acciones contra el paso hacia el norte de migrantes centroamericanos.
La medida habría golpeado duramente a California, que importó 44.000 millones de bienes de México en 2018, sobre todo productos agrícolas, equipos de transporte y productos electrónicos.
México también es el principal destino de las exportaciones de California, comprando un 17% de sus exportaciones, y se esperaba que tomara medidas retaliatorias si no se llegaba a un acuerdo.
Expertos coinciden en que las medidas habrían sido negativas para ambos países, especialmente porque Estados Unidos ya libra una guerra comercial con China que afecta a los agricultores estadounidenses.
Arturo Domínguez, un electricista estadounidense con familia en México, dice que Trump creó un problema “sin ninguna razón” con la amenaza de aranceles.
“Creó un problema, y luego resolvió ese problema y sus seguidores están todos contentos. Pero él creó el problema en primer lugar”, agrega.
A pesar del alivio por el acuerdo, la incertidumbre rodea a los trabajadores fronterizos.
“Sabemos aún que los aranceles vendrán, solo que no ahora”, dice Hernández, expresando sus dudas de que las medidas prometidas por México para detener el flujo migratorio irregular hacia Estados Unidos tendrán efecto.
“No hará ninguna diferencia. Veo a gente cruzar por esa frontera todas las noches. No se detendrán”.
AFP