Ya se sabe que la corrupción es casi un arte en el régimen de Nicolás Maduro. Estrenó gobierno con una denuncia. Esta de la presidenta del Banco Central de Venezuela: que empresas fantasmas habían desfalcado 20.000 millones de dólares en 2012. No le competía directamente a Maduro, que aún no era presidente en ese año en que Hugo Chávez estaba enfermo, moribundo, y los factores del poder del chavismo creían que el esquema de poder se iba a derrumbar a su muerte, y que Maduro no iba a soportar más de un año en el gobierno, y por ello hablaban de gobierno de transición.
Por: Juan Carlos Zapata | ALnavío
Maduro cometió el pecado de destituir a Edmée Betancourt. No le gustó la denuncia, cuando ha debido aprovecharla para combatir el problema. Le correspondía, si es que quería marcar distancia con la corrupción que había hecho estragos en los gobiernos de Hugo Chávez. De hecho, Maduro llegaba diciendo que la corrupción se iba a tragar a la patria, y había que enfrentarla. Pero con lo que hizo -destituyendo a la presidenta del BCV- actuó como actuaba Hugo Chávez, con lo cual ensanchaba la pista de la impunidad y la complicidad.
En todos estos años de madurismo, la corrupción se ha hecho más escandalosa porque el país no recibe lo que recibió en la Era Chávez en ingresos petroleros, deuda e impuestos. Con decir, que ese 2012 se entregaron en divisas preferenciales 60.000 millones de dólares, de los cuales 20.000 se fueron por la vía de las empresas de maletín o fantasmas. Pero la corrupción muta. Y si no se da por una vía se da por otra. Y el poder se protege. O los grupos se protegen entre ellos.
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