Pareciera irrelevante, pero la Universidad Simón Bolívar no ha contado con su sistema de transporte hace semanas. Sus sedes quedan en Sartenejas- Baruta, y en Camurí Grande, lugares apartados del tránsito habitual de las ciudades y del transporte público común. En fin, la Universidad no puede movilizar a su comunidad: profesores, estudiantes y trabajadores ven impedida su llegada y su salida porque a la dictadura no le provoca cancelar la deuda que se tiene con los transportistas desde el mes de enero. A pesar de que en una reunión con autoridades, estudiantes y algunos profesores se comprometió a cumplir esos compromisos.
A mi manera de ver, la problemática del transporte en la USB tenemos que enmarcarla, indudablemente, en los perversos ataques destructores de la universidad venezolana emprendidos desde la tiranía. El arribo, la imposición, de dos profesores designados como autoridades en la USB por el Consejo Nacional de Universidades, manejado por quien funge como Ministro, ha sido una lesión política y administrativa a nuestra institución. La Vicerrectora Administrativa es por lo menos profesora de nuestra casa de estudios, el Vicerrector Académico, esperanzado en la fatalidad, es una ficha ministerial, impuesta para conocer las debilidades institucionales y ahondarlas, como es el caso del transporte. Se conoce la imposibilidad de trasladar desde y hasta la universidad a más del 80% de la comunidad, lo que ha afectado la vida académica más grandemente este año. Ya tuvimos la pérdida de tiempo por carencia de otros dos servicios nucleares: agua y luz, lo que ha prolongado el “trimestre” hasta este mes, desde enero, en detrimento de la calidad y produciendo el retiro de materias por parte de los estudiantes y el cierre oficial de otras muchas, además del descalabro académico general de aquellas que podrán finalizar.
Por otra parte, y como complemento, ha surgido, desde el Vicerrectorado Administrativo, la idea de transformar en virtual la enseñanza de la USB. En sus tuits, la flamante Vicerrectora señala perlas como: el desprendimiento de la universidad pública venezolana del Estado, una especie de independencia administrativa más o menos irresponsable, a la par de improcedente; el cierre de carreras no fundamentales para el país, el desprendimiento de la universidad del populismo, como si la universidad fuera una fuente de innecesarios empleos, justo ahora cuando en ella nadie va quedando para nada, porque la diáspora profesional y hasta de obreros ha sido profunda, como todos conocemos.
A la debilidad institucional, consustancial en este momento a toda la universidad venezolana, se le suman las imposibilidades de realizar las tan deseadas elecciones rectorales que nos permitan colocar en los cargos a quienes la comunidad finalmente seleccione para orientar las directrices acordes con nuestro ser histórico universitario, desprendiéndonos de “tutelajes” dictatoriales.
La carencia del transporte por tan largo tiempo, la deriva académica y la falta de elecciones que nos permita contar con representantes legítimos en los cargos rectorales de nuestra universidad, tiene herida de muerte a la Universidad Simón Bolívar en este justo momento. La manera de salvarla es sortear la dictadura en todos sus ataques y librarnos de ella cuanto antes. No hay dialoguito que permita la sobrevivencia de la vida universitaria, si no se mata de raíz el problema: la tiranía destructora.