Luis Alberto Buttó: Ser padre

Luis Alberto Buttó: Ser padre

Luis Alberto Buttó @luisbutto3

Hace ya algún tiempo, alguien que no lo había sido, me preguntó, con honesta y por ende sana curiosidad, sobre el significado de ser padre. En aquel entonces, las premuras y circunstancias del momento me impidieron responder de manera adecuada, o por los menos con la propiedad que el caso demandaba. Hoy, desde el muy particular terreno de lo que creo, pienso y siento, me tomo el abuso de aprovechar este espacio para saldar la deuda contraída. Ofrezco mis excusas por tal atrevimiento. Excusas que deberán ser sostenidas dado el caso que, indefectiblemente, jamás se llegará a agotar el tema. De hecho, no se puede ser tan soberbio como para pretender encontrar la respuesta definitiva.

Ser padre es recorrer una travesía inmensa, en realidad inacabable, en la cual el único acompañante termina siendo la soledad más absoluta; esa soledad universo que nace cuando en tu fuero interno te interrogas cada día si lo has hecho bien, si lo estarás haciendo bien y si, en definitiva, en el tiempo que te reste, serás capaz de hacerlo bien. El asunto es que nunca obtendrás la respuesta satisfactoria. Esto es así porque tu máximo y recóndito anhelo es que tus hijos sean felices, sea lo que sea que eso signifique, y allí la vida juega sus cartas sin pedir permiso al respecto. En ese andar azaroso y sin ruta sólo te queda el escudo de que tus ojos se iluminen cuando en el rostro de tus hijos identifiques la sonrisa que proviene de la paz y la armonía interna y sólo puedes utilizar el recurso de correr presuroso a borrar las lágrimas que anuncian que los atormenta la tristeza o el desespero. Vale decir, estar allí, estar siempre allí, aún cuando sean mujeres y hombres crecidos e independientes, para que sepan que cuentan con quien con gusto y sin cansancio no abandona la responsabilidad que asumió al saber de su existencia.

Ser padre es comprender desde siempre, sin previo manual de vuelo, que con cada palabra que pronuncies, con cada acto que despliegues, con cada gesto que evidencies, con cada decisión que tomes, marcarás indeleblemente a tus hijos y lo harás algunas veces para bien, otras veces para mal. Constatar lo primero te aquietará en los momentos del recuerdo. Darte cuenta de lo segundo te mortificará sin piedad cada vez que seas consciente de ello. Así las cosas, la ecuación jamás es despejada del todo, pero una fórmula simplísima te puede ayudar en la tarea: amar a tus hijos, amarlos a rabiar y profusamente cada instante que se te presente los días en que despiertes, para que, sin ninguna sombra que les genere dudas, ellos sepan que, vayan donde vayan, anden cuanto anden, el tibio espacio donde encuentran resguardo se mantiene imperturbable, con puertas y ventanas abiertas de par en par, para que cuando lo necesiten se les reafirme que son amados.





Ser padre es amar bien, amar de verdad, amar sin freno ni vacilaciones. Lamentable y vergonzosamente, negando la condición humana, no todo aquel a quien se le identifica como padre se gana la credencial que da fe de tal condición. Esos son bestias sin corazón, cascarones vacíos desprovistos de la más pura querencia. Mal por ellos. Lo único aprovechable que dejan es la posibilidad de servir de negro espejo para que podamos alertar a tiempo y con certeza el espanto que estamos llamados a combatir con denuedo. En definitiva, ser padre es sentir en silencio el orgullo que te causa el darte cuenta que los carajos (en mi caso, las carajas) te salieron buenazos y van por la vida actuando recta y compasivamente. Ser padre es darle gracias a Dios cada vez que escuchas el bálsamo atesorado en frases del tipo «hola papi, bendición» u «hola, papito». Te hacen el día. Ser padre es lo mejor que te puede pasar en la vida. Bueno, por lo menos, así lo fue para mí.

¡Feliz día a todos los lectores que son padres de verdad!

@luisbutto3