Durante el fin de semana la atención, especialmente en las redes sociales, se centró en los presuntos hechos de corrupción cometidos por funcionarios designados por Juan Guaidó en la República de Colombia. Al margen del prestigio del portal que originó la denuncia, no se puede ignorar olímpicamente la repuesta de Humberto Calderón Berti y del propio Guaidó , solicitando una investigación imparcial y a fondo de la denuncia formulada. Donde se han venido vinculando tres temas de naturaleza distinta, por una parte se menciona la ayuda humanitaria y la recaudación del concierto celebrado en la frontera durante el mes de febrero, por otra la ayuda a los refugiados civiles y militares en la ciudad de Cúcuta.
Con el cinismo que siempre hacen gala los programas del oficialismo en el canal ocho y sus laboratorios en las redes, han desatado una campaña contra la corrupción, intentando desprestigiar el liderazgo de las fuerzas democráticas, a la Asamblea Nacional y su Presidente. Quienes durante las últimas dos décadas han protagonizado escándalos de corrupción sin precedentes en nuestra historia, pretenden ahora erigirse como voceros de la lucha contra la aberración que ellos encarnan. Llama particularmente la atención que sectores de una cierta oposición se hacen eco de la denuncia condenando a priori, sin tomar en cuenta las declaraciones del representante en Colombia Humberto Calderón y sin esperar los resultados de una investigación iniciada con anticipación a la aparición de la denuncia.
A menudo en los círculos políticos y académicos se cita el ejemplo de la Concertación en Chile, como una de los procesos de transición deseable para nuestro país, ejemplo de reconciliación después de sufrir una férrea dictadura y de unidad de fuerzas diversas anteriormente confrontadas. En reciente entrevista el expresidente Ricardo Lagos afirmó: “Si es importante para el país hay que olvidar las diferencias que dividen”. Buena conseja para quienes aún no consideran decisiva la unidad de los factores fundamentales de la fuerzas alternativas, como un requisito indispensable para alcanzar el cambio político. Insistimos en ella como una herramienta estratégica necesaria también para abordar las difíciles tareas de reconstrucción y reinstitucionalización del tejido social y del reencuentro entre los venezolanos.
Coincidimos con el planteamiento de ampliar la alianza todo cuanto sea posible, sin desdibujar su propósitos, así como con la necesidad que el eje principal debe estar en comunicación permanente con algunos factores no integrados en la plataforma unitaria. Lagos en la entrevista citada apunta: “Pero lo importante para compartir es que comprendimos que se necesitaban mayorías sólidas y grandes para poder hacer los cambios, incluso los modestos que se debían hacer”. Esa concepción amplia de loa líderes de la Concertación se agrupó en torno a las definiciones de una táctica y de una visión de largo plazo, lo que no lo impidió deslindarse de un sector de la oposición porque adelantaba una política distinta, tal fue el caso del Partido Comunista de Chile.
En la Venezuela actual, resulta totalmente un contrasentido que voceros y organizaciones de una cierta oposición, tengan entre su objetivos desprestigiar el liderazgo de Guaidó, no se trata de “firmar un cheque en blanco” en torno a su figura, simplemente es el reconocimiento al rol que ha venido cumpliendo desde el mismo momento en fue electo Presidente de la Asamblea Nacional. Quienes adelantan esa política, no sólo “llevan agua al molino” del adversario, sino que sus acciones claramente le hacen, consciente o inconscientemente el juego. No se trata simplemente de complacer a los “combatientes de Internet”, aproximándose a las posturas carentes de racionalidad que por allí circulan, el desafío planteado requiere de unas exigencias cruciales para alcanzar el cambio, con las rectificaciones que sean necesarias, fortalecer la alianza que a su alrededor concita el apoyo de la mayoría de los venezolanos y ha logrado el respaldo de la Comunidad Democrática Internacional.