Una visita largamente esperada y necesaria. Una visita, en realidad, protocolar, pero tan importante como los encuentros que la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos paute y ejecute. Poco espacio le dejará el régimen para ver, comprobar y verificar con libertad hechos y cifras que se supone ya ella conoce, si algo ha sido abundantemente documentado es el caos de abusos del régimen comunista venezolano.
Pero Michele Bachelet no es una improvisada, no es una simple figura ubicada en un puesto diplomático. Además de dos veces Presidente de su país, Michelle Bachelet tiene una larga historia de esfuerzo por la democracia y la libertad, víctima ella misma de la barbarie de los tiranos y sangrientos salvadores de patrias en el mundo, médico y líder política. Dudamos mucho que Michelle Bachelet nos visite sólo por casualidad ni como parte de una agenda rutinaria.
Sin embargo, esa visita, aunque sea apresurada, no puede limitarse a los inevitables actos protocolares. Debe ser activa. Está bien que converse con sus propios funcionarios de la ONU en Caracas, con el Gobierno y sus portavoces y los escuche, con los representantes del gobierno interino de Juan Guaidó, de la Asamblea Nacional y de los partidos políticos.
Pero su trabajo no estará completo si no abre puertas a los ciudadanos, a los que sufren todos los días los problemas contundentes de la crisis, los hambrientos, los enfermos y los presos políticos. Porque ésos son los ciudadanos activos de la Venezuela de verdad, cuyos derechos son los que Michelle Bachelet se supone que defiende y garantiza.
Carlos Lozano