Con la alta comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos y expresidenta de Chile, Michelle Bachelet, Nicolás Maduro ha intentado reeditar aquella versión de los pueblos falsos con los que el acorazado Potemkin supuestamente engañaba a la zarina Catalina de Rusia.
Por: Pedro Benítez | ALnavío
La autopista que une el aeropuerto internacional de Maiquetía con Caracas fue alumbrada (cosa muy poco usual), se redobló la seguridad en las vías que transitaría la expresidenta en su paso por la ciudad y según la información suministrada por la periodista especializada en la fuente militar, Sebastiana Barráez, las celdas del Servicio Bolivariano de Inteligencia (Sebin) fueron aseadas y pintadas. Eso incluyó un operativo médico, todo con la intención de disimular por algunas horas las auténticas condiciones de los presos políticos.
Esta versión es consistente con los esfuerzos de los funcionarios de Maduro por dar una imagen de normalidad del país, al recibir a la expresidenta Bachelet con toda la pompa posible y medidas de seguridad que incluyeron su salida por la puerta trasera de la sede de la ONU en Caracas, a fin de que no se topara con una de las varias manifestaciones ocurridas en la ciudad que pretendían llamar la atención de la ilustre visitante.
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