La voz del pueblo no es la voz de Dios. El pueblo si se equivoca y mucho. Me lo dijo un argentino y fue parte de los módulos que yo enseñe en la Universidad. Las decisiones populares no están vacunadas contra los errores. La “masa” no es y no será, ni aquí ni en ninguna parte del mundo infalible.
Por Ángel Monagas
Lo ideal es que a través de la educación ciudadana y la formación, los electores detecten algunas patologías políticas peligrosas. En Venezuela hemos tenido algunos casos. Presidentes “alcohólicos”, otros enfermos con “síndrome de grandeza”, no soy siquiatra ni sicólogo pero si preocupado por todo el fenómeno que rodea el poder.
Las democracias tienen enemigos en los llamados “líderes”. Unos de izquierda, otros de derecha, y otros de centro. La fauna política es diversa.
Chávez su entorno y el actual gobernante con todo lo que lo rodea es el ejemplo más gráfico.
En mi ciudad, estos últimos tres días hemos tenido muchas horas sin electricidad. Me he visto obligado a revisar, a leer. No tengo dudas en señalar de psicopatología del poder, la característica principal de este periodo de veinte (20) años.
El síndrome de Hubris o la psicopatología del poder
Revisando un artículo que me enviaron desde México, descubrí un escrito del Dr. Rafael Fernández quien señala que “…en 2008, el político y médico británico David Owen publicó el libro En el poder y en la enfermedad”. Allí describe “…a las acciones crueles, vergonzosas y humillantes que los poderosos cometían por mero placer, volviéndoles rígidos, egocéntricos, prepotentes y en el fondo irracionales”. “El síndrome de Hubris es típico de quienes llegan a ostentar el poder en el campo político, militar, religioso, empresarial, deportivo o en otros entes con autoridad sobre grupos de personas, y lo padecen casi todos los que han adquirido mucho poder sin estar dotados de la necesaria autocrítica ni de las condiciones para manejarlo, y si se consigue en poco tiempo, peor. Una persona intoxicada por el poder puede tener efectos devastadores, porque no siempre el poder está en manos del más capaz, pero quien lo ostenta cree que sí, que de él se esperan grandes hechos, y cree saberlo todo y en todas las circunstancias”. «El poder afecta de una manera cierta y definida a todos los que lo ejercen», escribió Hemingway. Al explicar el síndrome de Hubris, Owen afirma que los políticos y las personas que ostentan poder desarrollan un comportamiento irresponsable próximo a la inestabilidad mental, a la grandiosidad y al narcisismo. Bertrand Russell aseguraba que cuando el elemento necesario de humildad no está presente en una persona poderosa, esta se encamina hacia «la embriaguez del poder». Para Franklin Roosevelt, «el poder es peligroso, enlentece la percepción, nubla la visión, aprisiona a su víctima, por muy bien intencionada que sea, y la aísla en un aura de infalibilidad intelectual contraria a los principios democráticos». “El psiquiatra español Manuel Franco hace semblanza de lo que en nuestro país se denomina ‘síndrome de la Moncloa’, que consiste en un auténtico trastorno delirante crónico o paranoia, en el que la persona trata de aislarse cada vez más de su entorno, reduce su mundo a las personas que le dan la razón y todo error o problema lo atribuye a causas externas”. “En algunos casos extremos, la inducción de la psicosis puede alcanzar a la casi totalidad de una sociedad, como sucede en el liderazgo totalitario. Si se perpetúa en forma de dictadura, puede llevar, en su locura compartida por miles o millones de personas, a la ruina de un país”.
No tengo dudas de lo que enfrentamos. Para curar a Nicolás, a Diosdado, a Tareck, a Jorge, a Delcy, entre otros, deben perder el poder. Debemos obligarlos a ser humildes. Esta es una razón más para que sea difícil el que ellos acepten la vía electoral. El Hijo del Furrial constantemente lo advierte.
Son unos enfermos, como lo han sido otros en el mundo. Un sicópata, no entiende lo mismo que pensamos, cuando se le habla. Sus imágenes son otras.
Leyendo a Simón Jaramillo
Del Libro Francisco de Miranda en Acción, maravillosa obra del Dr. Simón Jaramillo, leo el título VIII Los récords de Miranda:
“Es el 14 de julio del año 1816, día en que se conmemoran 27 años de la toma de la Bastilla. Miranda yace inerte sobre un sucio colchón de la enfermería del arsenal, astillero y centro militar en la bahía de Cádiz conocido como La Carraca. Horas antes de fallecer su mente estaba en su querida Venezuela. Lejano quedaba aquel 30 de Julio de 1812 en que la amargura y la frustración lo invadieron cuando fue detenido por un grupo de jóvenes oficiales patriotas, liderizados por Bolívar y, en la madrugada del 31, Casas lo entregó a su más acérrimo enemigo: la monarquía española. Mariano Picón Salas bautizó este hecho como “La madrugada triste”…”
Hasta el presente en nuestro país, esta ha sido una historia recurrente. Algunas entregas se han hecho de manera voluntaria, sin conocerse la mano detrás de esta acción.
¿Preocupará este pensamiento a Guaidó?
Cada vez que uno hace esta referencia, esgrimen como respuesta “él es el hombre de los gringos”. Según los funcionarios del Gobierno de Estados Unidos, toda salida debe involucrar a ambos sectores. Es lógico suponer que habrá sacrificios del gobierno y de la oposición. Yo no me trago el cuento de algunas detenciones. Sobre todo de los que no se han visto.
Ya no lo tengo claro. Quizá me equivoque.
Lo que sí sé es que podrá salir Maduro e igual alguien de este lado de la historia también deberá pagar.
Guerra entre los Guaidó Lovers y los guerreros del teclado
Estos últimos, se los atribuyen al sector de María Corina.
Los ataques entre ambos sectores, son más abundantes incluso que entre la oposición y el chavismo.
Del grupo ULTRADEFENSA DE GUAIDÓ, bautizados por mí, Guaido Lovers resalta el periodista Alonso Moleiro.
No está de acuerdo en que se ataque al joven Presidente del Parlamento. Como parte del equipo de prensa del parlamento, han querido hacer matriz con la expresión: Después de Guaidó es la nada. Muchos de sus argumentos son válidos “Lo que no ha logrado no tiene que ver con su incapacidad, sino con la enorme complejidad de la crisis venezolana.
3) Juan Guaidó ha puesto el juego muy cerca y ha concretado en dos meses un auténtico milagro. Puede triunfar, pero claro que puede fracasar. Sobre todo si el país lo abandona y le da la espalda. ¿Guaidó la tiene difícil? Vamos a acompañarlo. Creo que el destacado periodista se equivoca en algo, hasta el presente no he visto a nadie que plantee abandonar a Guaidó o dejarlo solo. Erróneamente Moises Naim identifica la actitud crítica como la intención de debilitarlo y eso mi dilecto amigo, como decimos en el derecho “la mala fe hay que probarla”. Parte de este análisis lo tome de Felipe Pérez Martí.
Yo no creo que Guaidó ha perdido el apoyo popular porque realmente él nunca lo ha tenido. Sencillamente él es la expresión de un país que la gente no tiene. Su equipo se equivoca cuando se alegra al observar la receptividad. La tienen con todos los que enfrentan a Nicolás. No lo digo por atacar a Guaidó. Él es una realidad, una opción. Mi diferencia es que no es la única. Es valioso y sería malo perderla. Atacar a los que criticamos y peor acusarnos de jugar en contra o a favor del gobierno no ayuda para nada. Tenemos que ser distintos a los chavistas y ser tolerantes. No basta con ser diferentes. El deber es ser mejores.
Lo dice Cimarrón: Guaidó como Claudio
En días pasados leí un interesante escrito de mi amigo Nelson Chitty La Roche, titulado YO CLAUDIO YO GUAIDO. A principios de febrero me acerque bastante a las brillantes definiciones que hoy hace el ex diputado (uno de los mejores) sobre Juan Guaidó: “…Los pueblos también juegan en la partida de la historia y no solo el liderazgo. La antigüedad contiene experiencias turbadoras. La lectura de Tucídides y la puesta en evidencia de cómo las guerras intestinas vinieron a la medida de debilitar y exponer a los griegos para hacerlos caer ante sus vecinos es un interesante ejemplo. ¡Quien no entiende la significación de la unidad no comprende la fuerza de la entidad nacional! Traigo al tapete de nuestras regulares cavilaciones que derivan también en especulaciones el pesado paisaje de la política venezolana que registra, al menos, tres actores principales de una obra dramática en desarrollo. Uno de ellos es Juan Gerardo Guaidó, quien, en solo unos meses, se talla un espacio, un nicho en la iconografía nacional y quien, por cierto, lleva aparejada a su suerte, buena parte de la esperanza que, como un bien escaso, le queda aún al país, otrora más envidiado de América Latina, y hoy más confundido y menospreciado que cualquier otro de los pobres y frágiles, como Haití u Honduras, para evocar a dos de ellos. He invitado al recuerdo de la literatura histórica, por así denominarla, ese clásico inmarcesible que disfrutamos y no olvidamos hace décadas y que muestra los caprichos del azar y, de cómo un viejo tartamudo protagoniza una existencia contrastante, crucial, en la que las circunstancias lo llevan a suceder a ese sobrino sórdido y atrabiliario Calígula, amante de su hermana y quién sabe si de su adorado caballo, al que nombró cónsul, acotemos de pasada. Claudio conoció el lado oscuro del ser humano de su tiempo… …El relato autobiográfico de Claudio es una escuela para no desaprovechar. Guaidó no se parece a Claudio ni Venezuela en 2019 se asemeja a la Roma imperial y post republicana; sin embargo, es el mismo hombre en el uno y en el otro el que está caminando el sendero del poder, avieso y fatal, inexorable e ineluctable, falaz, no obstante ambicionado por todos o en su gran mayoría. Es más: lleno de oportunidades de trascender, y de acechanzas para perecer o perderse. El poder es responsable, coetáneamente sospechoso por naturaleza; no solo eres lo que muestras, sino como te quieren ver o como manipulan para que te vean. Miro al joven presidente viviendo el espejismo y la realidad que conmueve simultáneamente. Acosado por la demanda política que lo puso como director de una orquesta en la que van leyendo los otros músicos, en ocasiones, distintas partituras, y enmarañadas pretensiones abundan…Él es responsable de lo que pase, de cómo suene el conjunto y, además, de las actuaciones del elenco que lo acompaña, que él no escoge, necesariamente, sino que le vienen incorporadas a la lista de los ejecutantes que, como él mismo, tocan sus instrumentos o cotejan la fidelidad de la ejecución…. …El joven presidente ha mirado a la cara al éxito y al fracaso”.
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