Es inevitable que el velo de la sospecha caiga sobre el gobierno del presidente Tabaré Vázquez y del Frente Amplio uruguayo en su para nada disimulado respaldo a Nicolás Maduro. Después de todo, el régimen que este encabeza se ha dedicado por años a comprar apoyos mediante la más gigantesca trama de corrupción del continente. Esto último está suficientemente documentado y mancha a cuantos aparezcan respaldando a Maduro.
El retiro de la delegación uruguaya de la 49 Asamblea General de la Organización de Estados Americanos (OEA) que se efectúa en Medellín, como medida de protesta por el reconocimiento dado en esa cumbre a los representantes enviados por Juan Guaidó, presidente del Poder Legislativo venezolano y reconocido como mandatario interino, no ha sido, por supuesto, un hecho improvisado.
La delegación de Uruguay ha podido hacer lo mismo que las de México, Bolivia y Nicaragua, que cuestionan el reconocimiento que la mayoría de los países de esa organización otorgan a Guaidó, pero no se retiraron de la reunión.
En cambio, el gobierno uruguayo ha decidido romper una lanza llevando su protesta más allá de lo esperado. Por la razón que haya sido esto tiene un costo en su imagen.
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