Se puede pensar que la presión internacional los está obligando a sentarse en la mesa, así como una probable presión interna de factores militares. También es plausible considerar que la dictadura tiene interés en ganar tiempo. Y además es razonable suponer que es parte de la estrategia para generar confusión y división entre los opositores, en especial en las redes sociales.
Todas estas razones pueden ser ciertas a la vez, sin que esto permita suponer que la dictadura tenga intenciones de hacer concesiones de fondo que conduzcan a su salida del poder. Todo lo contrario.
Por un lado pretende bajar la presión internacional o al menos lograr que no aumenten las sanciones, en especial contra los miembros de las familias de los jerarcas mas connotados; esperan aquietar a Europa para que no pasen a mayores. Piensan que no pierden nada sentándose a negociar, dado que no planean hacer concesiones importantes.
Por otro, la estrategia de ganar tiempo y dividir a las fuerzas democráticas, apunta a dos fechas críticas: el 5 de enero de 2020, cuando vence el mandato de Juan Guaidó como Presidente de la Asamblea, y por ende se pone en discusión su rol como Presidente Encargado. Lo lógico para evitar ese riesgo, es que las fuerzas democráticas en la Asamblea Nacional, acuerden de una vez, así sea en privado, que Juan Guaidó repita como Presidente de la AN, si para ese momento no se ha resuelto el conflicto político mayor contra la dictadura.
La segunda fecha importante para la dictadura es Diciembre del 2020, cuando vence el mandato de esta Asamblea Nacional; lo cual implica que esas elecciones se podrían convocar mucho antes, incluso en el primer trimestre del año que viene.
El escenario que parece estar trabajando la dictadura es negociar un “nuevo” CNE, con dos Rectores de cada lado y uno independiente (lo cual no cambiaría en el fondo los riesgos de manipulación, que están intrincados en los demás niveles y sistemas de la organización). Regresar a la Asamblea Nacional los diputados del PSUV, para realizar conjuntamente con los diputados opositores el nombramiento de este “nuevo” CNE, sin desmontar a la Asamblea Constituyente, que se mantendría como órgano supremo (con el TSJ a su disposición). Luego este “nuevo” CNE convocaría a elecciones anticipadas de una nueva Asamblea Nacional, sin elección presidencial, para después convocar de común acuerdo un Referéndum Revocatorio a finales del 2020, y darle “solución” constitucional a la presidencia de Maduro, que no aceptan reconocer como usurpación. Curiosamente esta ruta “pacifica” ha sido promovida también por algunos opositores que tampoco creen que Maduro sea un usurpador.
Con esta estrategia la dictadura pretenden derrotar y acorralar políticamente a las fuerzas democráticas, antes de derrotarlas electoralmente, para perpetuarse en el poder.
Existen varias facciones dentro de la dictadura y es probable que haya roces entre el ala más dura que no acepta ninguna negociación y los factores que están intentando negociar el escabroso camino descrito, como forma de asegurarse la permanencia en el poder. Las contradicciones internas aumentan y la presión sigue produciendo grietas sino quiebres, pero está claro que el objetivo unitario de la dictadura es no perder el poder y resistir el impacto que, por ejemplo, causó el Informe de la Comisión de DDHH de la ONU, y las amenazas de llevarlo a la Corte Penal Internacional.
Las fuerzas democráticas lideradas por Juan Guaidó mantienen la lucha en diversos tableros; no pueden negarse a asistir a las negociaciones que promueve la comunidad internacional que apoya y reconoce a Juan Guaidó como Presidente Encargado. Lo que estas fuerzas democráticas deben tener claro es que necesitan mantenerse unidas entorno a los asuntos que se pueden negociar y aquellas condiciones irrenunciables, como un proceso electoral justo, libre y equilibrado, con un nuevo CNE imparcial, con la presencia internacional temprana, la liberación de todos los presos políticos, así como la restitución de los derechos políticos a los inhabilitados.
Al respecto la encuesta mas reciente del Instituto delphos y del Centro de Estudios políticos y de gobierno de la UCAB, señala que el asunto más álgido para lograr una solución electoral, considerando la disposición a ir a votar de la población nacional, es el cambio del CNE por uno confiable y la presencia de la Observación Internacional. Esto por encima de la participación de Maduro como candidato, siendo o no presidente para el momento de la elección. Lo cual plantea la necesidad de negociar un cambio verdadero del CNE, que convoque a elecciones presidenciales y parlamentarias simultaneas, con Participación internacional (mas que solo Observación), aun con el riesgo de Maduro en la presidencia y/o como candidato; es decir cambiando el orden en la ecuación: “cese de la usurpación”, por elecciones libres y justas, a la mayor brevedad.
En una negociación se debe estar dispuesto a ceder en lo accesorio para lograr lo esencial. La piedra de tranca no deben ser las fuerzas democráticas, cuyo objetivo central es derrotar a la dictadura, idealmente en elecciones libres, con nuevo CNE, Participación Internacional y sin presos políticos. No tiene sentido repetir la farsa electoral del año pasado, en condiciones que la gran mayoría de la población nacional no aceptó ni aceptará. Sin embargo una solución electoral, pacífica y democrática no depende únicamente de la oposición.
La tranca seguirá siendo sin duda la dictadura cuyo objetivo fundamental es no perder el poder, por lo que sus cabezas no querrán hacer concesiones ni negociar condiciones que puedan derrocarlos, a menos que se vean inevitablemente obligados a ello. Pretenden resistir a cualquier precio y quizás se equivocan al medir sus tiempos y costos.
Está por verse quiénes y cuántos en la dictadura están dispuestos a pagar qué precio.
Christian Burgazzi