Entre los diversos presos políticos de hoy en Venezuela destaca uno: Eugenio Escalona.
Eugenio es profesor universitario y nunca, como pasa con los presos de conciencia, por pensar distinto o expresar sus ideas políticas, nunca debió estar preso.
Lo aprehendieron porque, supuestamente un familiar suyo estuvo involucrado en un también supuesto magnicidio y tal vez fue el mecanismo de presión que emplearon – aquí usan también éste, perverso y cruel como pocos- para llegarle supuestamente al familiar.
No conozco ni de vista, ni de trato, ni como académico a Eugenio Escalona, pero sé que es profesor universitario jubilado de la respetabilísima Universidad Centro Occidental Lisandro Alvarado. Aunque no lo conozca, sé quién es. No necesitaba que me lo presentaran, ni estrechar su mano. Pero, me comuniqué con mi homóloga, la presidenta de la Asociación de Profesores de la UCLA. Me dijo cuanto ya sabía: un hombre ejemplar en el aula, en la vida social.
Un dato sí desconocía: Eugenio, el pana Eugenio, profesor universitario, tal vez guaro, con su familia honorable esperándolo todos los días en casa, tiene 69 años. Nada menos. Uno imagina un hombre entregado al conocimiento, a la labor académica durante su vida hasta jubilarse con las manos del SEBIN sobre él, con las manos de los representantes de la sevicia más demencial sobre él, a sus 69 años y ve, imaginándolas, las llagas más crudas de la injusticia dictatorial de Venezuela.
Tendrá sus alumnos Eugenio, tendrá seres a los que formó en sus conocimientos. Habrá dejado un recuerdo, por leve que sea, seguramente será profundo, en las aulas de la UCLA, en las oficinas de la UCLA, en la casa del profesor, ese parque maravillosamente diseñado para el esparcimiento y la recreación en la UCLA, cuando se podía disfrutar el esparcirse, el recrearse.
Hay más, en toda esta estulticia enfermiza teñida de sangre, de horror. La jueza dictaminó en diciembre que Eugenio era inocente, como es del tal magnicidio inventado. Eugenio, por tanto, tiene su boleta de excarcelación desde diciembre, como la tiene la clarinetista, como la tienen y han tenido muchos, una libertad oficial condicionada por una prisión impuesta desde los centros de reclusión.
Inocente, cerca, ahora en agosto, de cumplir un año de prisión siendo inocente, Eugenio espera su libertad, como todos los venezolanos esperamos la nuestra. La tiranía no tiene prurito con nada ni con nadie en su afán de demostrar su poder omnímodo. Mientras, en Barbados se dialoga con esa tiranía, buscando la mejor oferta, como quien compra en una realización y regatea. Los presos, torturados, su familia, la sociedad, también esperan, aquello que ya los muertos no pueden esperar: la libertad de ser, la libertad de ser ahora, porque siempre después es tarde, la libertad de ser ya.