El resentimiento es un dolor moral que se produce como consecuencia de una ofensa. Es mantener enojo o pesar en el corazón ante una persona, cosa o circunstancia que causó malestar. Cuando el resentimiento “NO” se confronta franca y honestamente y es erradicado de nuestra vida, corre el riesgo de transformarse en rencor que en esencia es resentimiento arraigado y tenaz. Esto se refleja en diversos sentimientos y actitudes, como hostilidad hacia algo o alguien, la ira no resuelta sobre un acontecimiento, el enfurecimiento o la incapacidad para perdonar.
Es lógico que una persona se enoje con otra y sentir odio o ira durante un tiempo. Ahora bien, si dicho odio no cede puede hablarse de resentimiento.
El pasado es un elemento clave ya que el resentimiento está basado en hechos que ya sucedieron y causaron un gran dolor que no puede borrarse. Esto conlleva a un sufrimiento emocional, porque es convivir con una herida abierta que se va infectando más y más a medida que avanza el tiempo, pero también sufriremos físicamente porque el resentimiento da origen a muchas enfermedades.
En Venezuela los últimos años ha brotado una epidemia de resentimientos sociales y personales y ha dado inicio a la destrucción de una hermosa sociedad. Gran parte de las personas quedaron esclavizadas a un pasado, algunos llamaron los hechos “4ta República” y se mantuvo un discurso culpando los últimos 40 años y los gobiernos que surgieron en este periodo de tiempo.
Así que fue creciendo el deseo de venganza y envidia hacia un sector de la sociedad quienes fueron denominados “oligarcas” por parte de quienes habían llegado al poder desde el año 1999, y ese deseo de venganza de algunos pocos fue envenenando a un pueblo que poco conocían de política, convirtiéndose así en una obsesión por destruir a todo aquel que durante muchos años trabajó con esfuerzo y sacrificio para lograr adquirir bienes y empresas. Comenzó entonces una era que aún no culmina, ya van dos décadas y una generación completa que ha crecido con ese resentimiento, que se puede clasificar de dos tipos: el inculcado por aquellos que permanecen en el poder a costilla del sufrimiento del pueblo culpabilizando de todos los males a los gobiernos de años anteriores y, también tenemos aquellos que se oponen rotundamente a la mal llamada Revolución del siglo XXI, porque son tantas las injusticias y penurias que nos hemos ido llenando de odio y deseo de venganza a quienes han permitido el exterminio de un pueblo y la constante violación de los DDHH.
Muchos de los que han permanecido estos últimos 20 años en el poder son un modelo de esto que hemos llamado resentimiento. Puedo dar un ejemplo de resentimiento con los hermanos Jorge y Delcy Rodríguez, cuyo padre fue apresado en 1973 por agentes de la Dirección General Sectorial de los Servicios de Inteligencia y Prevención (DISIP), torturado y asesinado a sus 34 años de edad, acusado de formar parte de un grupo terrorista de izquierda y haber sido uno de los autores materiales del secuestro del estadounidense William Frank Niehous. Este asesinato bajo custodia de la policía fue repudiado y dejo huérfanos a Jorge de 11 años y Delcy de 6 años. A Jorge Rodríguez padre le fracturaron siete costillas, le hundieron el tórax y le desprendieron el hígado.
Años más tarde esos huérfanos llegaron al poder y ocupar diversos cargos públicos con una sed de venganza y una ira que los carcome. Es tanto el rencor que llevan en la sangre que Delcy ocupando el cargo de Vicepresidenta de la República del régimen de Nicolás Maduro, confesó que la “construcción de la revolución” es una forma de “venganza personal” por el asesinato de su padre, durante la “cuarta república”, por lo que se han convertido en los verdugos, como aquellos que asesinaron a su padre.
En los últimos años ha crecido de manera sorprendente las torturas de los detenidos, con mayor saña a los presos por razones políticas: aquel hecho con el Sr. Rodríguez -que para muchos fue un horror a pesar de los delitos que él había cometido- ha quedado pequeño a comparación de lo que hoy sufren los presos en las mazmorras venezolanas.
Las lesiones sufridas por el Capitán Rafael Acosta Arévalo que fueron reflejadas en el examen médico forense que salió a la luz pública de forma extraoficial describen como ese ser humano fue “reventado a palos” mientras estaba bajo custodia, fue torturado tan severamente que lo llevaron hasta la muerte tras una terrible agonía.
Hoy se ha institucionalizado la tortura y los organismos que deberían de defender los Derechos Humanos hoy son cómplices. Y pensar que hemos llegado a estos extremos inhumanos por resentimientos personales y sociales.
Como madre de una niña de 5 años, cuyo padre fue brutalmente torturado por funcionarios del Estado y hasta la fecha se le violan todo tipo de derechos humanos y fundamentales, ya casi próximo a cumplir dos años de ser brutalmente torturado físicamente y permanece bajo torturas psicológicas arrastrando también al núcleo familiar, tengo como reto no permitir que a mi niña le comience a florecer ese resentimiento, ese odio e ira con sed de venganza, porque mi mayor temor es ver a mi princesa reflejada en los monstruos que hoy se han convertido aquellos que se aferran al poder.
Hago un llamado a los padres de todos esos niños que hoy son afectados directa e indirectamente por situaciones similares: deben dar todo para que sean niños felices, para que en medio de la tragedia puedan gozar de su inocencia y nuestro deber es hacer para ellos como en la película “La Vida es Bella”, que nadie les robe a nuestros niños su derecho a reír, a jugar, a amar, y gozar.
También invito a mis lectores a que me acompañen a autoanalizarnos, y ver si los sentimientos que tenemos por todo el mal ocasionado, se ha convertido en resentimiento con sed de venganza y no de justicia, porque hay una pequeña línea muy fácil de cruzar ante tanta impunidad y maldad, pero no podemos alimentarnos de esos sentimientos negativos porque crecería en nosotros un monstruo que después será muy difícil de controlar.
Vean y analicen como muchos de los dirigentes del chavismo han muerto de cáncer o lo padecen, ese resentimiento nos va enfermando por dentro hasta matarnos.
Si realmente queremos reconstruir el país y recuperar la libertad de esta bella tierra, no podemos ser iguales aquellos que crecieron llenos de rencores… soltemos el resentimiento y llenémonos de fortaleza para lograr justicia, pero sin que esto nos lleve a un precipicio emocional.
Irene Olazo Mariné