“Muerte a la colonia”, dice una pinta en alguna calle portorriqueña y un montón de ciudadanos con pasaporte estadounidense sale a las calles a manifestar contra el Gobierno y demás fallas de Puerto Rico. Con el detalle, sin entrar a defender a un Gobernador cuya trayectoria ni conozco ni me importa, de que Puerto Rico conserva dos ventajas que los venezolanos no tenemos.
Una ventaja es que ellos nacen con lo mismo que a millones de venezolanos les cuesta Dios y su ayuda conseguir, el pasaporte de Estados Unidos. La otra es que con respaldo pleno de ese país imperialista, antichavista y demás etcéteras, los portorriqueños viven en una democracia que acepta la oposición en la calle, y que algunos dirigentes izquierdosos digan incoherencias –aunque algunas con base- contra un gobernador acusado de amparar la corrupción, y no saca fuerzas especiales a reprimir a sangre y fuego a quienes protestan ni puede ni de lejos arrestar, secuestrar ni torturar hasta la muerte a un militar señalado de golpista.
En Puerto Rico unos cuantos extremistas de izquierda están flotando sobre la indignación popular y mintiendo sobre la presunta dictadura de ese país. O estado libre asociado, si prefiere usted así. Durante décadas hubo portorriqueños que clamaron por la independencia de Estados Unidos, que le había arrebatado la isla a una España en los últimos estertores de su imperialismo americano echado a sangre y fuego por Simón Bolivar, José de San Martín, 0’Higgins y otros miles. Los independentistas portorriqueños reclamaron en todos los entes y niveles posibles, incluyendo tribunales y Congreso estadounidenses, y hasta usaron el terrorismo.
Finalmente llegaron a la condición actual después que el movimiento independentista nunca llegó a ser mayoría –hoy no llega siquiera al 10 % de la población-, y los portorriqueños siguen siendo hispanoparlantes que hablan inglés porque les conviene, eligen sus propios gobernantes, son un estado de la unión norteamericana y pueden viajar a Nueva York, Miami o donde les apetezca en territorio estadounidense sin más trámite que pagar por sus pasajes.
Puerto Rico mantiene dos raíces muy claras, una hispana mayoritaria y otra estadounidense que poco se menciona porque los gringos “red neck” no viajan a Puerto Rico a establecerse sino a aprovechar alguna semanita de sol, mientras que los isleños sí viajan al continente a lograr sueños propios. No fueron Barack Obama ni Donald Trump quienes nombraron al actual mandatario portorriqueño –por cierto, hijo de un muy prestigioso político isleño y también popular gobernador en su momento- sino que fue electo en libres, democráticas y justas elecciones (como las que exige la oposición venezolana y se discuten en Barbados, o sea, con Nicolás Maduro candidato o no, y con un CNE reconstruido desde sus bases, que no es tarea rápida ni fácil) y ha resultado, según los actuales manifestantes, un gobernante mediocre y decepcionante, además de presuntamente protector de corrupción.
Quizás los reclamos en el Caribe les suenen mas o menos conocidos a los venezolanos, con algunas diferencias. Al gobernador contra el que se protesta en Puerto Rico sólo le queda un año antes de tener que ir nuevamente a elecciones, al Presidente venezolano que se tragó ya casi un año por tracalerías le quedan 5 años y medio –es la pretensión- reprimiendo, equivocándose y sentado sobre tabacos cubanos y bayonetas venezolanas, dependiendo de quién le explique a usted las cosas. A nadie se le ocurriría pensar en trampas electorales en Puerto Rico, en Venezuela es lo primero que todos temen; los portorriqueños protestan contra la corrupción y la protección oficial a los corruptos, en Venezuela la corrupción parece ser una estado general de las cosas. Allá hay pobreza, sin duda, aquí hay miseria, hambre, falta de servicios públicos, represión uniformada, soportes económicos indignantes a los gobernantes castrocubanos y además aguantárnoslos como árbitros del cambio drástico que las masas venezolanas. Los que salen a la calle a protestar jugándose la vida y la libertad y los que se quedan en sus casas llevan años exigiendo unánimemente cada día con mayor fuerza cambiar ese desastre. Tan mal andan las cosas que casi provoca pedirle consejos de gobierno al gobernador de Puerto Rico.
Habría una ventaja para los venezolanos, dependiendo de qué edad tenga usted y cómo perciba las cosas. Aparte de Juan Guaidó, todos los posibles sustitutos en la oposición son demócratas; algunos cuestionables, sí, pero todos confiablemente demócratas. Los sustitutos que hoy protestan en Puerto Rico ni siquiera se acercan a nuestros radicales, igualmente demócratas convencidos.
Pero en Puerto Rico, con todo lo criticable y raperos actuando como líderes de masas, hay mucho mejor ambiente para vivir que en el devastador socialismo venezolano.