En julio de 1995, apenas cincuenta años después de esta declaración de la comunidad internacional horrorizada por la exterminación de cinco millones de judíos a manos de los nazis, se perpetró la masacre de miles de musulmanes en Srebrenica,la mayor desde de la Segunda Guerra Mundial declarada como “Genocidio” por el Tribunal Penal internacional para la antigua Yugoslavia.
Van 24 años de este crimen cometido ante la indiferencia del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas que habiendo creado la modalidad de área segura para Srebrenica que le obligaba a defenderla rehusó enfrentar las fuerzas Bosnio-Serbias que en cuarenta y ocho horas asesinaron a unos ocho mil hombres que se suponía estaban bajo el cuido de una fuerza militar denominada con el grandioso nombre de “Fuerza de Protección de las Naciones Unidas”.
No fue accidental que Kofi Annan ex Secretario General de la ONU en el informe que le solicitara la Asamblea General concluyera destacando que “La tragedia de Srebrenica acosará para siempre nuestra historia porque la comunidad internacional no estuvo a la altura de su compromiso de nunca mas”.
Es evidente que semejante crimen no debe ser nunca olvidado pero hay otra dimensión a ese crimen del cual las Naciones Unidas no habla y es el sobrevalorado Acuerdo de Paz de Dayton, que al suscribirse el representante de Estados Unidos Richard Holbrook dijo: “Con este importante acto los presidentes Itzebegovic, Milosevic y Tudjman han dado un gran paso hacia la consolidación del progreso de los últimos años, y al hacerlo, han ayudado a Bosnia a dar otro paso hacia el cumplimiento de la visión de Dayton: un país unificado, único y democrático”.
Desgraciadamente semejante visión no se materializó. Si bien puso fin a la guerra repite una modalidad de apartheid en el medio de Europa donde hasta las escuelas en Sarajevo tienen acceso diferente para niños croatas, serbios y musulmanes lo que por supuesto hace prácticamente inviable el desarrollo y la prosperidad de una Bosnia Herzegovina unificada y estable.
Tanto los Estados Unidos como los principales países europeos que por tres largos años vivieron en negación de una realidad que les era bien conocida optaron por forzar un arreglo a cualquier costo para detener un proceso de guerra que los dejaba mal a todos. El costo mayor sin dudas lo pagó la parte musulmana que vio como el agresor se quedaba hasta en control de la población donde cometieron el genocidio: Srebrenica. Esta realidad no pasó desapercibida para los musulmanes en el resto del mundo, que para mi representó un elemento muy importante en el origen de actos de terrorismo en occidente.
No hay dudas que la comunidad internacional no siempre tiene suficiente apetito para forzar un verdadero cambio ante determinados conflictos, como si lo tuvo en el caso de la invasión iraquí a Kuwait, pero en otros escenarios cualquier solución a cualquier costo que elimine el conflicto de su agenda es aceptable. Tal es el caso en Venezuela donde un estado criminal convertido en una narco tiranía se le pretende enfrentar internacionalmente sin sanciones verdaderamente fuertes que nos permitan rescatar nuestra libertad y nuestros derechos.
En abril 1995, presidía la primera misión del Consejo de Seguridad a un teatro de guerra, Srebrenica desde donde declaré a los medios internacionales que “un Genocidio en cámara lenta se estaba ejecutando allí”, pero el Consejo consideró que estaba exagerando la situación, la cual en menos de dos años se convirtió en la abominable tragedia que pudo haber sido evitada. En mi país otra modalidad de genocidio en cámara lenta viene tomando lugar, y de nuevo la comunidad internacional parece adoptar el rol de espectador. Venezuela puede ser el próximo “No Mas”.
Diego Arria, Ex Representante de Venezuela en las Naciones Unidas 1991-1993
Publicado originalmente en revista Metro (NY)