La mayor contradicción del régimen de Maduro es que, en nombre de los pobres, ha instalado un “capitalismo” de Estado corrupto, donde unos pocos enchufados juegan con el dinero de todo un pueblo. “Tanto Estado hegemónico como sea posible para facilitar la corrupción y la impunidad, y tanto mercado como sea indispensable para enriquecerse con negocios ilícitos”, pareciera ser su lema.
Las cifras hablan por sí solas. En 2018 se produjeron más de 23.000 muertes violentas en el país. Según la FAO, 21 millones de venezolanos pasan hambre en la actualidad, la peor cifra de Latinoamérica y más de 4 millones de personas han sido desplazadas.
La corrupción se ha convertido en Venezuela en un poder omnipotente, devastador, generador de pobreza , inseguridad, violencia, impunidad, desigualdad, escasez e hiperinflación.
El impacto sobre los derechos humanos es nefasto. Se ha creado una nueva y poderosa casta cívico-militar que ha sustituido la democracia por la cleptocracia y la kakistocracia.
La corrupción tiene un efecto viral que enferma a la sociedad, creando códigos que la obligan a mezclar lo lícito con lo ilícito en una relación perversa con las instituciones de un Estado forajido y fallido.
El informe sobre Venezuela de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA y mas recientemente el informe de la Alta comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, la socialista Michele Bachelet, han puesto en evidencia la crisis humanitaria que por falta de alimentos y medicinas está causando empobrecimiento y muertes en el país, así como la represión brutal y asesinatos por tortura que ha ejecutado el régimen de Maduro en contra de los disidentes. En la actualidad hay más de 900 presos políticos y miles de activistas políticos y sociales perseguidos.
No cabe duda de que la falsa revolución es una fábrica de pobres, tal como lo reconoció el ex ministro de Educación y actual gobernador de Miranda, Héctor Rodríguez, cuando dijo en 2014: “No vamos a sacarlos de la pobreza para que se vuelvan escuálidos”.
Está claro entonces que el objetivo ha sido promover la pobreza, igualarnos a todos hacia abajo en el empobrecimiento y evitar la superación personal para así aumentar el control social y político. En la medida que el país está peor, Maduro cree que la dependencia de la gente con el régimen es mayor.
Ahora, con más firmeza, levantamos la bandera de la solidaridad. Luchamos desde el Frente Amplio por un gobierno de Unidad nacional, que promueva una sociedad más justa, buscando igualar hacia arriba, mejorando oportunidades y condiciones para la superación de todos y todas, bajo el lema de la social-democracia: Tanto Estado como sea necesario y tanto mercado como sea posible para innovar, emprender y lograr así una sociedad de bienestar, con justicia y mayor cohesión social, donde todos los derechos sean para todas las personas.
Recientemente, Pepe Mujica ex presidente de Uruguay, reconoció que Maduro es un dictador, lo cual aumenta el aislamiento y el cuestionamiento a la legitimidad de un régimen causante de la emergencia humanitaria que hoy padece Venezuela.
Con la mediación de la comunidad internacional, los representantes de Maduro y del presidente Juan Guaidó se han reunido en Oslo y Barbados en un ambiente enrarecido por el tufo de la mentira y la manipulación del régimen, que mantiene la represión brutal contra la disidencia y no quiere elecciones.
A pesar de ello, los demócratas nos mantenemos firmes en la defensa de la vía electoral, con todas las garantías democráticas necesarias, como la forma mas deseable para lograr el urgente cambio que Venezuela reclama.
@TablanteOficial