Una semana después de que la agencia venezolana de inteligencia lo detuviera, el capitán retirado de la Armada apareció destrozado ante un tribunal militar. Estaba en una silla de ruedas y mostraba signos de tortura.
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Por: The New York Times
“Auxilio”, le dijo a su abogado.
El capitán, Rafael Acosta, murió ese día. Fue enterrado el 10 de julio, tres semanas después, en contra de los deseos de su esposa y rodeado de guardias de seguridad en una operación controlada por el régimen . Los cinco familiares a los que se les permitió asistir no pudieron verlo: el cuerpo estaba envuelto en un plástico marrón.
Según algunas secciones del informe de su autopsia, que fueron filtradas, Acosta sufrió un traumatismo por fuerza contundente y electrocución, y las autoridades han admitido el uso de fuerza excesiva en su caso. Su muerte evidencia que el régimen de Nicolás Maduro ha usado un brutal aparato de represión contra sus propios militares, en un esfuerzo por mantener el control de las fuerzas armadas y, a través de ellas, del Estado.
En reiteradas ocasiones, los principales líderes militares han declarado su lealtad al chavismo. Pero en los últimos dos años, a medida que la economía petrolera se derrumbaba y la mayoría de los venezolanos empezaron a sufrir de una severa escasez de alimentos y medicinas, las facciones dentro de las fuerzas de seguridad han ejecutado al menos cinco operaciones para derrocar o asesinar al mandatario.