El proceso de negociación promovido por Noruega se hizo insostenible para el régimen de Nicolás, su intransigencia o incapacidad para proponer una salida creíble a la crisis venezolana y la metodología aplicada en dicha negociación los obligó a suspender su participación en el mismo. La imposición de mayores sanciones por parte del gobierno de Trump por la ausencia de avances importantes en la negociación, incrementó las contradicciones internas en el chavismo – madurísimo.
Analicemos qué puede estar ocurriendo: En primer lugar la variable tiempo se invirtió con respecto a lo que fue el proceso de República Dominicana (RD), en aquella oportunidad la oposición quería más tiempo y el régimen acortar los plazos lo máximo posible. Hoy la situación es exactamente lo contrario; en la oposición queremos elecciones libres lo más pronto posible y el régimen quiere elecciones a su medida en el mayor plazo posible.
Segundo, en RD todo el chavismo estaba cohesionado en torno a Nicolás, hoy existen visibles fracturas internas; unos apostando a una salida negociada, otros radicalizados en contra de esa salida y pocos muy temerosos de que en una negociación los dejen por fuera. En el caso de los plazos, la presión internacional para que el tema Venezuela se resuelva en el menor tiempo posible aumenta, el gobierno de Trump no puede esperar hasta el año que viene cuando comienza la recta final de la campaña electoral -de hecho ya somos parte de esa campaña electoral- y una de las variables más importantes en lo internacional es Venezuela.
Los países suramericanos, sobre todo los fronterizos, tienen cada día más problemas para soportar el peso de la incesante migración venezolana y en la UE representada en el grupo de contacto, ya están perdiendo la paciencia con Nicolás. A lo interno el peso de la crisis cada día es más insoportable y la impopularidad de Nicolás ya pasó el 90 %, adicionalmente el régimen tiene una seria incapacidad de movilización; hasta los funcionarios públicos se niegan a marchar.
Quién podía pensar que la delegación de Nicolás se iba a levantar de la negociación, y así pretender ganar tiempo para intentar resolver sus contradicciones internas y procurar acordar una sola estrategia. Pero no solo se levantaron de la negociación, hoy sabemos que varios actores de primera importancia del chavismo – madurísimo han entablado conversaciones “secretas” (diálogo o negociación, como más les guste) con emisarios del gobierno norteamericano.
En mi artículo anterior (La Patilla 22/7/19) sobre este tema acoté que “… el más relevante proceso de negociación de Nicolás en este momento; es el que se está dando en el seno de las fuerzas, que hasta hace poco lo acompañaban, y hoy ya exigen una salida democrática a esta situación, Oslo o Barbados es solo una herramienta para canalizarlo, si ahí se llegará a algo concreto.”
Ante el fracaso del diálogo a lo interno del régimen, cada quien busca establecer sus propios mecanismos directos de negociar su situación particular. Sin duda el régimen está dividido en tres grupos principales de poder, la que encabeza Nicolás, la de Diosdado y la de Padrino, como cada uno no podía tener una representación en Barbados, paralizaron esa instancia y se trasladaron secretamente a negociar directamente con los EEUU.
En otras palabras, el proceso promovido por Noruega fue sustituido –por ahora – por una negociación “secreta” con el imperio mismo, por parte de los 3 grupos de poder antes señalados, todos pertenecientes a la llamada revolución antiimperialista chavista. Siendo obviamente EEUU el promotor y quien lidera las más importantes medidas sancionatorias en contra de los jerarcas del régimen, además de llevar adelante los más relevantes juicios y acusaciones contra estos.
Es decir, es con ellos; los norteamericanos, que deben en todo caso negociar directamente el perdón de sus pecados y obtener garantías de protección para cuando se concrete el cese de la usurpación.
Espero que a estas alturas aprendamos una importante lección; fíjense que para el gobierno de Trump con dictadores y delincuentes si se negocia, a pesar que hace breves días recomendaron, no hacerlo. Lo han hecho desde que existen como nación, incluso han promovido algunos dictadores y autocracias a lo largo de su historia, aunque es importante reconocer que en las últimas dos décadas han dado un importante viraje a raíz de la caída de la URSS y el cese de la guerra fría.
Volver a Barbados será muy complejo, el Presidente Guaidó debe asegurarse de contar con el consenso internacional, incluido el gobierno de EEUU para hacerlo y solo se justificaría si es para refrendar un acuerdo definitivo que este avalado por todos los principales actores de esta compleja trama. Seguramente si ese momento llegara, deberían estar establecidos preacuerdos con los actores del chavismo – madurismo y los EEUU.
A partir del 30 de abril se evidenció una fisura en el seno del chavismo – madurismo que ha crecido a nivel de fractura; es un momento para fortalecer la unidad opositora, consolidar instancias de debate y elaboración consensuada de políticas. La ausencia de instituciones democráticas más allá de la AN nos obliga a sedimentar instancias plurales de participación y decisiones.
El tema es muy complejo y está muy lejos de conocerse cómo será en su forma la transición política en el país. El alto mando militar va a ocupar un papel muy importante en ese proceso. Las garantías internacionales e internas obligarán a entrar en un esquema delicado de gobierno transitorio mientras se reinstitucionaliza el país y se dan las condiciones para unas elecciones libres. En otras palabras, en la ruta planteada por el Presidente Guaidó; cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres, la incógnita más difícil a despejar es; ¿Quién va encabezar el “gobierno de transición” y cuánto durará? Sí en la oposición no logramos una propuesta unitaria sobre esa medular etapa del proceso de cambio y cada quien apuesta a una transición a la medida de sus intereses, podemos terminar con un débil proceso de transición y la posibilidad de que el mismo fracase o termine revitalizando a actores que hoy nada tienen que ver con la lucha por la democracia. Ejemplos de transiciones fracasadas por desunión y miopía política abundan en la historia y eso lo tienen muy claro los norteamericanos. Es precisamente al gobierno de Trump, el más preocupado por el temor que representa que ante una eventual salida de Maduro, Venezuela se convierta en otra Siria y la migración ya no sea solo por la crisis económica, sino se sume a esta una guerra civil. Ellos saben que la situación que se vive en Venezuela, puede empeorar si el cambio no se realiza de forma adecuada, y una de sus mayores incógnitas somos precisamente nosotros, los actores de oposición.
Estados Unidos dejó en un segundo plano a Noruega, e incluso a los partidos de oposición que Junto al Presidente (E) Guaidó dirigían la negociación en Oslo y Barbados, y asumió con sus emisarios unos exploratorios y discretos acercamientos con actores civiles y militares del régimen, para promover acuerdos. Sin duda esto nos impone dos condiciones a mejorar en las fuerzas democráticas; la institucionalidad Unitaria y una más clara estrategia en el marco de esta nueva realidad.
Quiero reiterar mi consideración en el artículo arriba señalado, en él, afirmé que asistir a las negociaciones promovidas por Noruega fue absolutamente pertinente a la luz del interés nacional, fíjense; fue el régimen el que tuvo que abandonarlo, quedaron entrampados, son ellos los que han aumentado sus contradicciones, que el “tiempo y el oxígeno” se les acaba también, pero en la avasallante dinámica de nuestra compleja situación, todo debe ser permanentemente revaluado, adaptado y mejorado.
Ni los EEUU, ni la cúpula militar desean derramamiento de sangre, por eso siguen apostando a una salida negociada, esta vez establecida o liderada por ellos. Nicolás en su laberinto ha desperdiciado mucho tiempo e incluso está perdiendo la capacidad de negociar él, su propia salida. Lo que me preocupa de lo anterior, es que nos pase lo mismo y la transición se negocie a espalda del presidente Guaidó y la Asamblea Nacional, porque no se entendió a tiempo, que la Unidad va más allá de 4 partidos de oposición y una aritmética simplista.
Todos saben que he sido un luchador incansable por la Unidad en la oposición como elemento decisivo para lograr un cambio político eficiente y positivo, además de ser fundamental para tener credibilidad ante la promesa de un gobierno de Unidad Nacional, y por ello ante mis apreciados compañeros del resto de las organizaciones partidistas, es el momento de concretar cambios, reformas y establecer formas que nos lleven a solidificar bases firmes para incidir de manera determinante en los destinos complejos que están por venir. También sé que ha sido una preocupación permanente y un clamor del propio presidente (e) Juan Guaidó, que trabaja en función de mejorar el tema unitario.
El pronóstico de que la diáspora venezolana pueda alcanzar los 8 millones en el 2020, el repunte de la devaluación, la hiperinflación, el resquebrajamiento evidente del régimen y la devastación institucional del país nos señala que conquistar el cambio anhelado es posible, pero incluso, lográndose el cese de la usurpación por parte de Nicolás Maduro, la reinstitucionalización del país, estabilizar su economía y tener las condiciones adecuadas para unas elecciones libres será un camino complejo y peligroso.
Sí en esa etapa de transición se desata una extemporánea, feroz e inescrupulosa competencia por sacar las mayores ventajas con miras a las futuras elecciones y llegar primero a Miraflores, tanto desde la instancia del mismo gobierno transitorio, como desde el liderazgo político nacional, el riesgo de fracasar se acrecienta.
La historia reciente nos da aleccionadores ejemplos al respecto y pareciera que no se ha aprendido la lección. Sin duda el mejor antídoto para este terrible veneno individualista es la consolidación de una fuerte institución unitaria, reglas claras y un pacto o acuerdo político nacional que sirva de guía rectora al pueblo y los actores políticos, para lograr el objetivo superior de: Reencontrar a la familia venezolana; reinstitucionalizar al país; reestablecer la democracia; y transitar sostenidamente por el sendero del progreso económico y social.