Perfecto. Se van. O los sacan. Como sea. ¿Y luego? Transición larga o corta. Elecciones. Freno ahí. ¿Elecciones viables sin pasos previos? Inaceptable. ¿Elecciones presidenciales? ¿Elecciones parlamentarias? ¿Elecciones generales?
La vaguedad en algunos asuntos de tan singular importancia para el devenir del país, a veces escuece o llama a preocupación. ¿Ingenuidad o tratamiento laxo a conciencia? Ingenuidad no creo.
Ya no estamos; esto lo digo con la mayor firmeza que me es posible, para improvisaciones, provocadas o no. Tampoco para insondables misterios acerca de los intereses públicos. Aquellos que están dispuestos a revolcarse e incorporar a los enemigos de la libertad y de la democracia, a “negociar” con ellos su permanencia demoledora, en aras de una paz y unas seguridades que nadie garantiza deben expresar abiertamente sus criterios al respecto, sin ambages. Considero que no es momento para más caretas, ocultaciones o trapacerías cuasi infantiles. Los sucesos del 30 de abril rondan mi cerebro con permanencia obsesiva. Son corrosivos para toda esta lucha tanto de años como de todos. Pero también para el futuro mediato.
Noto de este lado, hablo de quienes seguimos optando por la democracia y la libertad, un descuido casi absoluto por todo aquello que no sea la resolución definitiva, un quítate que me pongo. Con codazos y todo, en medio de tanta y extremosa complejidad. ¿Qué pasaría con el Estado? ¿Habrá una reforma? ¿Se reconstituirá, como creo, en favor de un marcaje rotundo de una realidad política alterna en todo sentido? ¿O se disfuminará en una aceptación connivente con el pasado, como de hermanación, con lo que luego podemos considerar anterior y desterrable? ¿Qué va a ocurrir con las regiones? ¿Los conchupantes rojos merodearán en el poder regional como si nada hubieran tenido que ver en esta miseria a la que nos arrastraron? ¿Seguirán ahí destruyendo y robando lo que quede en este deshaucio?
A estas alturas la transformación general del país hacia un rumbo cierto y próspero debería estar planificada; no sólo en un “plan país” tan general como abstracto, vago, que no le llega a la gente, que no se consigue, por estar permanentemente “haciéndose”, pero que se presenta como etérea panacea redentora, ante audiencias plañideras dispuestas a la aceptación sin escrutamientos y al aplauso, como si de el espectáculo de un simpático mago bien trajeado se tratara.
Falta profundidad y faltan respuestas. No es posible que el Comando Sur ya tenga diseñado, como a dicho, un plan estratégico e indecible para el día posterior, lo que indica su sapiencia acerca de la víspera y nosotros todavía sólo planteemos preguntas claves, mientras buscamos profundidad en la capa reversible de esta superflua superficie roñosa. La situación no se encuentra para improvisaciones y abstracciones. La gente quiere respuestas y soluciones planteadas desde ya, para sostener aunque sea un hálito de esperanza, para permanecer y entregarse a la vida. No puede tratarse del lucimiento lumínico de un rockanrolero.