Aunque la esclavitud en Venezuela y en el mundo, formalmente hablando, es un hecho del pasado, hay nuevas formas en que este fenómeno detestable aparece y se trasmuta. Uno de ellos es el trabajo esclavo. En muchas de las factorías donde se elaboran los productos de la industria de la confección que se consumen a precios muy barato en Estados Unidos y Europa, se emplean niños y los salarios son extremadamente bajos, tan bajos que por ello es que esas camisas, faldas, pantalones y otras prendas de vestir se venden a precios irrisorios, lo que de hecho hace que los salarios en esos países en términos de bienes, sea elevado. Un obrero de la industria textil en Bangladés devenga un salario mensual de US$ 38, algo más de un dólar diario. Eso no es muy diferente de lo que un trabajador recibe en Camboya o Vietnam. Esas remuneraciones han venido aumentado pero a un ritmo muy lento.
Pero la situación en Venezuela es peor que esa que acabamos de mencionar. Al viernes 23 de agosto, el tipo de cambio que marca el mercado paralelo del dólar registra que se hacen transacciones a Bs 16.000 por dólar con lo cual el salario mínimo mensual en la arruinada Venezuela alcanza a US$ 2,50 (dos dólares con cincuenta centavos). Para tener una idea de lo ínfimo de este salario conviene mencionar que los salarios mínimos mensuales en varios países de América Latina son los siguientes: Chile US$ 425, Colombia US$ 282, Argentina US$ 340, Brasil US$ 295, Perú US$ 383, Ecuador US$ 394 y Cuba US$ 30. Pero usemos otra referencia, la de la canasta alimentaria, excluyendo el costo de los servicios. Esta canasta para el mes de junio tuvo un valor de Bs 1.406.479 para un total de sesenta productos esenciales, es decir un valor de US$ 88, con lo cual el salario básico mínimo cubre apenas el 2,8% de esa canasta. Sin embargo, el régimen de Maduro procura compensar esta situación con el otorgamiento de bonos de un solo pago, con nombres rimbombantes tales como el Bono de La Patria, el Bono Pueblo Unido, el más reciente de ellos por un monto de US$ 3,0.
Esta situación ha llevado a que la Organización Mundial de la Alimentación (FAO) en su más reciente reporte, reseñando por el Financial Times en su edición del 21 de agosto de 2019, refiere que en junio de este año un 21,1% de la población venezolana registra mal nutrición o desnutrición, cifra sustancialmente mayor a la observada en 2013 cuando ese indicador alcanzo a 6,4%. Igualmente, la UNICEF, ente de las Naciones Unidas para la infancia, refleja que actualmente 3.200.000 niños venezolanos que requieren asistencia nutricional de manera urgente.
La esclavitud no consiente solamente en que un hombre pertenezca a otro hombre, sino también las condiciones indignantes en que viven muchos hombres que son literalmente siervos de un gobierno, como sucede en la Venezuela hoy, donde los empleados públicos, en más de un 60% reciben un pago de apenas US$ 2,50 mensuales, con lo cual en realidad trabajan gratis para su nuevo amo, el Estado venezolano. Es la nueva esclavitud del Siglo XXI en Venezuela, cuyo esclavista es Nicolás Maduro, el auto denominado presidente obrero, por ahora.