Los pasados viernes 6 y sábado 7 de septiembre, estuvo en Caracas el chileno Claudio Orrego, como parte de una iniciativa que Reacin (Red de Activismo e Investigación por la Convivencia), en conjunto con Diálogo Social, propicia a favor de espacios para el debate y la búsqueda de soluciones concertadas.
Orrego, dirigente estudiantil durante la dictadura de Pinochet, y quien fue, además, dos veces Alcalde del Municipio Peñalolén y Gobernador de la Región Metropolitana de Santiago, compartió su testimonio frente a estudiantes, grupos de diálogo y demás integrantes de la sociedad civil.
El relato de Orrego no fue en aras de pretender que la salida de la dictadura, en el caso venezolano, debe ser una copia al carbón de lo que fue el panorama chileno. Por el contario, entiende las diferencias de las realidades, pero enfatiza que la reconstrucción del tejido social, tal y como fue vital en la conquista de la democracia de su país, lo es también para Venezuela.
Afirmó, por otra parte, que la extrema vulnerabilidad política, social y económica, hace que la gente se reconecte. Por lo cual considera este un momento idóneo para promover escenarios que permitan escucharse y atender los problemas que, en medio de una crisis severa, no escatiman en ideologías políticas.
La visita de Orrego forma parte de un movimiento que Reacin ha venido articulando a fin de promover una salida no violenta para Venezuela. Este año, en la misma línea, Hassine Abassi, tunecino y Premio Nobel de la Paz, visitó el país de la mano de la organización. Y el año pasado, fue José Luiz Ratton, sociólogo y experto en seguridad pública, quien desde Brasil vino a Venezuela a compartir sus experiencias entorno a la violencia.
Ni dictadura, ni violencia
Cuando tenía 7 años, su papá político opositor al entonces gobierno de Salvador Allende, fue amenazado de muerte. Y años después, en 1978, después de que su papa publicara un libro del asesinato del ex canciller del fallecido presidente, nuevamente su familia fue víctima de un atentado incendiario en su casa, esta vez a manos de la dictadura de Pinochet.
Así, despertó en Orrego una conciencia política que se combinó, en poco tiempo, con el pleno entendimiento de que el respeto a los derechos humanos y la democracia eran las cláusulas no negociables del contrato. No en balde, afirma, ha dedicado gran parte de su vida al servicio público.
Fue hasta 1983, año álgido para Chile en lo que a movilizaciones sociales se refiere, que Orrego manifestó una clara postura de no violencia, incorporándose al Movimiento contra la Tortura Sebastián Acevedo, grupo de personas que en medio de fuertes represiones por parte de cuerpos de seguridad de la dictadura, respondían de manera pacífica a través de proclamación de consignas en defensa de los derechos humanos, cantos y oraciones.
El encuentro en una necesidad común
A finales del año 1973, la Iglesia Católica en Chile, lidera un movimiento que defiende los derechos humanos de los perseguidos, muchos de los cuales eran tajantes opositores a la propia iglesia.
A partir de allí, se comienzan a documentar casos que ponen a Chile en ojo de la comunidad internacional, dando los primeros pasos hacia la salida del régimen autoritario.
En el año 1982 comienzan las protestas masivas encabezadas por los trabajadores. Y tras esto, un primer acuerdo político llamado Movimiento Democrático Popular (MDP), conformado por sectores de la oposición —Partido Comunista de Chile, PS-Almeyda y el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), más unas facciones de la Izquierda Cristiana y el MAPU—.
Tras el paro nacional de 1986 y un atentado militar en contra de Pinochet que no prosperó, un acuerdo nacional —auspiciado por la iglesia — es firmado en 1987 por gran parte de la oposición y el sector de derecha más liberal. Estos últimos, siendo partidarios de Pinochet, suman su voluntad hacia una transición a la democracia.
Si bien este acuerdo no tenía ningún poder vinculante, era una clara declaración de propósito de una clase política que se negaba a cruzarse de brazos.
El plebiscito: un nuevo desafío
La discusión en torno al plebiscito dictaminado por Pinochet, tocó las entrañas de la oposición.
Sin registros electorales, sin libertad de prensa y con los partidos políticos proscritos, el escepticismo y la desesperanza pretendían ganar terreno.
Sin embargo, salvo el Partido Comunista, que siempre mantuvo una lógica de insurrección militar, todos estuvieron de acuerdo con participar.
Fue entonces cuando empezó una voraz campaña para activar a la gente a inscribirse en el registro electoral. Y los resultados, exitosos, arrojaron que un 98% de la población en edad de votar, se inscribió. La reserva democrática, en palabras de Orrego, permanecía latente.
Fue el año de la disolución del MDP, y la creación de la Concertación de Partidos Políticos por el No, conformado por 16 partidos. Era el antecedente de la Concertación de Partidos Políticos por la Democracia.
La alegría ya viene
La campaña, tras la victoria de la movilización social al registro electoral, no podía erigirse sobre las tragedias moldeadas por el régimen. No podía despertarse el miedo, ni mucho menos la desesperanza.
La alegría ya viene, fue el entonces nombre de la campaña que gritaba un “no” rotundo a la dictadura.
Con un gran despliegue de trabajadores en las mesas electorales, y en medio de la incertidumbre por saber si Pinochet iba o no a reconocer los resultados, a las 5:30 de la tarde la oposición da un primer boletín con tendencia irreversible a su favor.
Pero no fue sino hasta alrededor de la media noche que el entonces Jefe de la Fuerza Aérea, Fernando Matthei, anuncia oficialmente el triunfo del no, previo a entrar a una convocatoria de emergencia de la Junta de Gobierno.
La transición apenas comenzaba
Tras el plebiscito de Pinochet, el demócrata cristiano Patricio Aylwin, la cabeza de la Concertación de Partidos Políticos por la Democracia, fue elegido presidente. Fue, con ese triunfo, que empezaba la transición.
Aylwin, según lo expresado por Orrego, tuvo que sentar su liderazgo sobre reflexiones que nadie quería escuchar, entendiendo que solo sentándose con todos los representantes de los sectores políticos, era posible una verdadera democracia.
Para Orrego, se trató de una cadena de desafíos de la sociedad civil y la clase política. No hubo ningún esfuerzo aislado, todo en sinergia, terminó por permitir el derrocamiento de la dictadura.
Nota de Prensa