Al ser excarcelado Edgar Zambrano y luego entrevistado por distintos medios de comunicación pude escucharle varias referencias a la “buena política”, es decir, la capacidad que tienen los actores políticos de lograr, con la palabra y la disposición para el entendimiento, el cause adecuado para lograr acuerdos y el fin de los conflictos. Esa buena política debe ser rescatada, debe decirse que en prisión coincidieron Baduel, Rodríguez Torres y el mismo Zambrano, tres personas con caminos personales muy distintos pero los tres víctimas de la “mala política”, es decir, la propensión del poder absoluto y arrogante de convertir al pensamiento libre en enemigo, a la voz contraria en criminal y a las ideas diferentes en objetivo de guerra.
Esa mala política nos trajo hasta aquí. El egoísmo, la ambición desmedida, el cinismo y la artera mentira contra los argumentos de los otros. El no reconocimiento de los demás, el creer que las ideas propias son las únicas válidas y el resto son siempre errores. Todas esas son expresiones de mala, malísima, política.
Ningún sector ha sido inmune al contagio de la mala política. El Chavismo claramente ha sido su máximo exponente, el maricorinismo su más reciente artífice y entre los partidos minoritarios del “Pacto de la Casa Amarilla” Felipe Mujica dio una demostración de su amplitud y vocación tolerante al intentar insultar a uno de sus críticos, en televisión internacional, en vivo y directo, gritándole “homosexual, homosexual, homosexual”. Nuestro país no merece que también su alternativa democrática caiga en las redes de la mala política, debemos ser diferentes y vacunarnos de esa inútil, dañina y cegadora inmadurez.
Todas las iniciativas que conduzcan a promover la abierta, respetuosa y civilizada búsqueda de salidas a la crisis política deben ser aupadas. Preferiblemente una que contemple el reconocimiento de la vigencia de la Constitución nacional, el respeto de los derechos humanos y el inexorable deber del Estado Venezolano de cumplir sus compromisos internacionales.
Debemos evitar el insulto y el maltrato entre las personas. Las opiniones si pueden ser contrastadas, preferiblemente con argumentos sólidamente sustentados, pero las personas siempre deben merecer respeto y consideración. Hay que dejar de lado las fáciles acusaciones de “colaboracionista” y las falacias Ad hominen, la vocación pendeja de pretender ilegalizar ideas (el gobierno ilegalizó a AD, PJ, VP y UNT y un segmento de la opinión nacional habla de desear ilegalizar al PSUV), y la bárbara estupidez de endilgar delitos de los presuntos delincuentes a sus familias (las responsabilidades penales son personalísimas).
Nos toca negociar, mejor restituyendo el mecanismo de Oslo u otro mecanismo con respaldo internacional. Dejar de caer en las manipulaciones anti históricas de “dictadura no sale con votos” o “con criminales no se negocia”. El fin último es que el pueblo se exprese con su voto, no podemos caer en aquellos puntos de vista de raigambre conservadora y reaccionaria que señalan que “el voto no sirve, porque los pueblos se equivocan”, al contrario, los demócratas tenemos el deber de restituir el voto universal, secreto y directo en Venezuela como garantía y derecho de un pueblo libre. Bien por Edgar, con su excarcelación, regresó al escenario la Buena Política.
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