Los venezolanos y todos los latinoamericanos somos hermanos, siempre lo hemos sido, hermanos sin fronteras, por eso me duele profundamente ver expresiones de odio hacia los venezolanos, porque la xenofobia no es más que eso, una expresión del odio más puro e irracional.
Cuando hablamos de los venezolanos que decidieron dejar su familia, sus bienes, sus carreras, sus profesiones y su patria atrás, hablamos de ingenieros y arquitectos que renunciaron a sus trabajos de oficina en Venezuela para ser electricistas, plomeros o albañiles en el país al que llegaron, hablamos de jóvenes que se vieron obligados a abandonar las aulas de estudio en sus universidades para trabajar como empaquetadores, hacer entregas a domicilio, o vender dulces en la calle; hablamos de abogados y médicos cambiando su profesión radicalmente y sin ningún tipo de objeción ni queja, todo por una oportunidad de trabajo, porque así es el venezolano, trabajador.
Los venezolanos que salieron del país, no lo hicieron porque quisieron, la mayoría ni siquiera planificó irse, se vieron obligados para buscar el futuro que en su país le fue negado, para poder generar dinero y mantener a su familia que con los depauperados sueldos y la voraz inflación hubiese sido imposible hacer, lo hicieron en la búsqueda de tratamiento médico para sus hijos o para sus padres, porque en Venezuela ya no se conseguían, podemos seguir enumerando razones, y allí contaremos más de 4 millones de historias de necesidad de amparo y refugio tras cada venezolano que decidió huir de su país.
Maduro convirtió a Venezuela en una tragedia en la que es cada vez más difícil sobrevivir, de allí la estampida. El venezolano por tradición ha sido una nación muy vinculada a la migración, no porque su pueblo ha estado acostumbrado a salir, por el contrario, Venezuela ha sido siempre un país de acogida, un país acostumbrado a recibir inmigrantes.
Y así pueden dar fe los más de 800 mil españoles, portugueses, italianos y alemanes que sembraron raíces en Venezuela entre las décadas del 40 y 60 buscando cobijo para huir de las consecuencias terribles de la Segunda Guerra Mundial, también nuestras fronteras estuvieron abiertas para amparar a quienes desde el sur, chilenos, argentinos y uruguayos, llegaron para dejar atras las dictaduras instauradas en sus países, también pueden dar fe miles de colombianos, hondureños y nicaragüenses, entre otros, desplazados de sus países por la violencia, así también pueden testimoniar peruanos, ecuatorianos, entre otras nacionalidades.
Venezuela siempre fue un país de acogida, pero hoy son otras las circunstancias, hoy sufre los rigores de una tiranía que persigue y encarcela a la disidencia, que deja morir de hambre y sed a sus ciudadanos, que ha acabado con la industria y las empresas, que ha sepultado a su propia moneda, que truncó el futuro de una nación, de allí la necesidad y urgencia de salir, como sea y a cualquier destino lejos de su Patria.
Por eso, a todos nuestros hermanos del continente los invito a ponerse la mano en el corazón y por instantes ocupar el lugar de un venezolano, y pensar en lo injusto y cruel que resulta, que después de caminar kilómetros con sus maletas a cuestas, con el alma desgastada de llanto, luego de soportar frío, riesgos, amenazas y tanto dolor, los venezolanos sean sometidos también a expresiones de tanto odio. Por Dios ¿En que nos hemos convertido como seres humanos para actuar de esa forma en contra de nuestros propios hermanos?, no es justo.
No pretendemos tampoco obligar a otras naciones a asumir la carga pesada de los errores y crímenes cometidos por el principal responsable de toda esta crisis que es Nicolás Maduro y su régimen, se trata de que busquemos y encontremos juntos una salida.
El problema trascendió y la crisis también, no se trata ya de un solo país, es un problema que está afectando a toda una región, y así debe ser tratado, por ende deben incrementarse las ayudas a los países que hoy acogen a los venezolanos, también debemos encontrar solución para las políticas migratorias, y trabajar en conjunto para acabar con el germen de la xenofobia que poco a poco se ha adueñado del continente y que tanto daño está haciendo.
Pero el trabajo conjunto no debe acabar acá, pues a la par de trabajar para la consecución del apoyo internacional en esta causa, debemos unirnos como naciones hermanas que siempre hemos sido para ejercer mayor presión y acabar con la raíz de la crisis en Venezuela. Entender que el problema no es el éxodo, el éxodo es la consecuencia, el problema y la raíz la gravísima crisis humanitaria es Nicolás Maduro. Por eso todos juntos debemos luchar hermanados para sacar el problema de raíz.
Actuemos juntos como bloque para erradicar la putrefacción que representa Maduro y su régimen usurpador, vamos todos por el cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres. Juntos en la misma ruta, así estoy seguro que lo lograremos.