El número de personas que a diario cruza los puentes internacionales para comprar en Colombia alimentos y medicinas se ha ido incrementando en la medida en que se profundiza la crisis en Venezuela.
Por Eilyn Cardozo / laopinion.com.co
Las cifras de Migración Colombia para mediados de 2018 reflejaban que unas 35 mil personas por día se movían en esa marea humana que transita desde el vecino país y viceversa, en un indetenible vaivén que algunos expertos llaman “movimiento migratorio pendular”. Por estos días, el número se estima en cerca de 50 mil.
Llegan desde todas partes de Venezuela a las poblaciones fronterizas de San Antonio y Ureña, y desde allí cruzan a territorio colombiano para cobrar las remesas que envían sus familiares desde el exterior.
Muchos de esos familiares son migrantes que cruzaron antes esta misma frontera para intentar buscar mejores oportunidades de vida en Colombia y otros países de Latinoamérica, con el firme propósito de ayudar a quienes dejaron atrás.
Luis Romero es uno de ellos, a sus 19 años es la primera vez que se aventura en tierras colombianas. Salió a las 4:00 de la madrugada desde el terminal de Barinas para cobrar en La Parada, Villa del Rosario, una remesa que le envió su mamá desde Perú.
“Ella se fue hace seis meses y hasta ahora es que puede mandarnos algo, la cosa allá no está fácil”, dice mientras cuenta una y otra vez los 60 mil pesos recibidos, y con los cuales planea comprar algunos alimentos básicos. Harina de arepas, un salchichón, fríjoles, azúcar y aceite se van acumulando en su canasta.
“Me falta el arroz”, recuerda, revisando una vez más las monedas restantes y lamentando que lo adquirido le alcanzará apenas para una semana, pues en casa debe compartirlo con su abuela, sus dos hermanos y su pequeño sobrino.
Son miles quienes a diario hacen largas filas en las empresas receptoras de giros internacionales para cobrar sus respectivas remesas y con el dinero recibido solventar las necesidades más urgentes a nivel familiar.
“La prioridad es comprar la mayor cantidad de alimentos posible, y por eso uno siempre busca los mejores precios”, explicó Rosángela Vega, quien viajó desde Barquisimeto a Cúcuta para reclamar un giro que le enviaron algunos familiares que tiene en Medellín.
El proceso hiperinflacionario, que ya cumple dos años, ha pulverizado el ingreso de los venezolanos, cuyo salario mínimo pasó de 30 dólares (1.800 bolívares en agosto de 2018) a 1,95 dólares (40.000 bolívares actualmente), calculados a la tasa oficial del Banco Central de Venezuela, que para este 8 de octubre se ubicó en 20.420 BsS.