Nuestro país se ha convertido en un factor de desestabilización creciente de la región, gracias a las inescrupulosas maniobras de la dictadura que ostenta. Mientras en Corea del Norte, hambreada y censurada, idean un artefacto nuclear para perpetuarse en el poder, acá tienen por esmero hacerse de un inmenso escudo humano de las más variadas formas: desde instalar – como alguna vez se dijo – bases misilísticas o algo parecido, en las barriadas populares, hasta forzar la emigración masiva y desesperada de aquellos que no soportan más la situación.
La diáspora, por supuesto, es una natural mezcla de trigo y cizaña que, en todo caso, ha sobresaturado los servicios públicos de países que nunca la esperaron en tan repentinas y tamañas dimensiones. La conforman también los chavistas, muchos de ellos ingenuos y, otros, con cuentas pendientes que pasan por debajo de la mesa de compararlos con los grandes capos que prenden las alarmas policiales del mundo.
Era de suponer, una paciente infiltración de agentes de la dictadura ha pretendido generar y ha generado problemas para un exilio visto y concebido como mecanismo de chantaje, aunque pocos imaginaron que los hubieran predestinados a subvertir el orden político interno de las naciones que han tendido la mano a los venezolanos. Por ello, probando los objetivos reales del Foro de Sao Paulo, todo un proyecto continental, el presidente Lenin Moreno de Ecuador ha denunciado la situación, e, incluso, se ha señalado la captura de personas venezolanas entrenadas para tales faenas que todavía esperan una retribución – al menos – moral de la mentada revolución, por ampliar sus prontuarios policiales.
Simultáneamente, quedó sembrada la noticia de la presencia de Rafael Correa en el estado Lara, como maniobra de distracción, un ardid prácticamente escolar, pero revelador del cinismo hecho poder. Lo cierto es que, el tristemente célebre Caracazo se ha convertido en una fórmula de exportación para quienes lo tuvieron como pivote para el desalmado ascenso al poder.
Valga acotar que ya nadie cree que el terrible sismo social de 1989 fuere el hecho espontáneo e irrepetible que tanto se predicó, siendo fruto de una conspiración paciente y articulada de lo peor que ha parido la política nacional. Elemental comparación, aquella tragedia tuvo por origen una realidad que fue inmensamente mejor a la que ahora, inéditamente, padecemos y bastará un ejemplo: antaño, una inflación de 100% y, hogaño, de 1.300.000 % de hacer caso a las cifras oficiales enteramente maquilladas de una dictadura censuradora.