Los que se preocupan por nuestro planeta y se sienten inspirados por el emotivo discurso de la ambientalista sueca Greta Thunberg en la ONU, probablemente no se dan cuenta de cuánto podría cambiar la economía y nuestra vida cotidiana si el mundo siguiera los consejos de los activistas climáticos, según se desprende de las declaraciones de dos economistas consultados por RT.
Peter C. Earle, del Instituto Estadounidense de Investigaciones Económicas, advierte de los efectos secundarios que tendrían medidas como introducir un impuesto al carbono y desinvertir en la industria de los combustibles fósiles, uno de los principales contribuyentes a las emisiones de gases de efecto invernadero. En última instancia, estas medidas harían que el transporte “barato, variado y eficiente” al que las personas de todo el mundo están acostumbradas se volviera “extremadamente costoso y más limitado”, sostiene el economista, agregando que los automóviles también podrían ser menos accesibles para la mayoría de las personas, ya que el impuesto al carbono podría duplicar o triplicar el costo de un viaje.
Pierre Noël, investigador principal de Seguridad Económica y Energética en el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos, vaticina que la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero podría tener implicaciones económicas mucho más graves, pues supone “reorientar el consumo y las opciones de inversión lejos de lo que las personas y las empresas harían espontáneamente”.
“Tragedia humana” para naciones en desarrollo
La mayor parte de la retórica sobre desinversión proviene y se centra en el mundo desarrollado, pero los países en desarrollo serían los primeros en sentir el impacto del proteccionismo ecológico, apunta Earle.
Este analista explica que en muchas regiones que alguna vez fueron afectadas por la pobreza, “las actividades industriales con grandes huellas de carbono” han sido responsables de mejoras importantes en los niveles de vida, la longevidad, la reducción de la mortalidad infantil, una mejor atención médica, la alfabetización y una mayor capacidad de elección del consumidor en las últimas décadas. “Quítenselas, y habría una tragedia humana de proporciones desastrosas”, alerta el economista.
Proceso “difícil, desordenado e imperfecto”
Por su parte, Noël subraya que es posible que los países desarrollados tampoco esten ansiosos de imponer medidas para hacer frente al cambio climático, recordando, por ejemplo, las recientes protestas masivas en Francia, que estallaron a raíz de un aumento del impuesto al carbono, que finalmente se revirtió.
Noël señala que, para eliminar las emisiones, los Gobiernos tendrán que ajustar el sistema tributario “para aliviar las implicaciones distributivas y evitar un impacto desproporcionado en las familias de bajos ingresos”, y también impedir que “lo que quede de su industria” se traslade al extranjero.
“Todo esto será difícil, desordenado, imperfecto e involucrará confrontaciones desagradables entre y dentro de los países”, vaticina Noël, para concluir que “estas confrontaciones podrían terminar en un nivel de reducción de emisiones menor al previsto originalmente”.