Medio millón de personas se manifestaron este viernes en Barcelona, durante una huelga general convocada por los separatistas catalanes en la quinta jornada de protestas contras las pesadas penas de cárcel impuestas a sus líderes.
Escenario la víspera de fuertes enfrentamientos con la policía, todavía visibles en el asfalto quemado y los cristales rotos, el paseo de Gracia y sus alrededores quedaron inundados por una marea amarilla, roja y azul, los colores de la bandera independentista. Según la policía municipal, hubo unas 525.000 personas.
Bajo el lema “libertad”, columnas de miles de separatistas habían llegado previamente a la ciudad, procedentes de cinco marchas de un centenar de kilómetros que habían partido el miércoles de otras tantas ciudades catalanas.
“Queremos que haya alguna negociación por parte de España” y se produzca un referéndum de autodeterminación, decía David Blanco, un agente comercial de 56 años que se había unido en el último tramo de la marcha.
“Llevamos muchos años reivindicando con mucha paciencia y queremos que esto sea el detonante para que la situación cambie”, añadió.
La manifestación era el punto álgido de la movilización contra la sentencia del Tribunal Supremo español, que el lunes impuso penas de entre 9 y 13 años de cárcel a nueve líderes independentistas por el intento fallido de secesión de 2017.
Cataluña a medio gas
Coincidió con una jornada de huelga general, que dejó sentirse en la ciudad más turística de España: poco tráfico rodado, servicios mínimos en transportes públicos y colegios y muchos comercios cerrados.
La basílica de la Sagrada Familia cerró sus puertas y el teatro del Liceo suspendió la ópera “Turandot” programada para la noche. La fábrica de automóviles SEAT, en las afueras de la ciudad, paró su producción.
En el aeropuerto se cancelaron 57 vuelos y numerosas carreteras quedaron cortadas, entre ellas la frontera terrestre con Francia.
Hasta el mundo del fútbol se vio afectado: el clásico Barça-Real Madrid, previsto en el Camp Nou el sábado 26 de octubre, será aplazado, anunció la federación.
“Queremos hablar, queremos votar, queremos decidir. A ver si nos escuchan. Si no, seguiremos aquí en la calle”, dijo Elisenda Casadellà, estudiante de 22 años.
Barricadas y cócteles molotov
Pacíficas durante el día, por las noches las protestas de esta semana tomaron un cariz violento en Barcelona y otras ciudades, una novedad en el movimiento independentista.
Las tres últimas noches en Barcelona, cientos de jóvenes con las caras tapadas montaron barricadas ardiendo, se enfrentaron a la policía con cócteles molotov y ácido, e incluso la noche del jueves saquearon una sucursal bancaria y una tienda de ropa.
En total, 36 personas precisaron atención médica el jueves en Barcelona, según los servicios de emergencias.
“No habrá ningún espacio para la impunidad con los hechos vandálicos”, advirtió el jefe de gobierno, Pedro Sánchez, desde Bruselas. Desde el lunes hubo unos 110 detenidos en toda Cataluña, ocho en prisión preventiva, según el gobierno español.
Los incidentes arrancaron el mismo lunes, cuando unos 10.000 manifestantes bloquearon parcialmente el aeropuerto barcelonés, convocados por una plataforma, ‘Tsunami Democrático’, que está siendo investigada por la justicia española por posibles “delitos de terrorismo”.
En un clima de tensión, con un helicóptero sobrevolando constantemente Barcelona, este viernes manifestantes radicales levantaron una barricada ardiendo junto a la jefatura de Policía Nacional, que cargó contra ellos.
“Soy catalana catalana, pero este proyecto independentista no lo comparto en absoluto. La gente se deja manipular, y la juventud más”, protestaba Carmen Isern, una mujer de 75 años cuyos hijos sí estaban haciendo huelga este viernes.
La huelga fue criticada por diversas organizaciones patronales o de comerciantes, por su impacto en la economía catalana.
Los incidentes están causando “un grave daño a la reputación internacional de Cataluña”, comentó el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, matizando que “se puede visitar Barcelona con total normalidad”, pues son “grupos reducidos los que provocan incidentes en momentos y lugares concretos”.
La crisis en Cataluña se produce a pocas semanas de las elecciones legislativas del 10 de noviembre en España, y ha puesto bajo presión al presidente del gobierno socialista saliente, Pedro Sánchez, a quien la oposición de derecha le reclama medidas contundentes.
También está en aprietos el gobierno independentista catalán que por un lado alienta las protestas contra la sentencia pero por la otra envía a su policía autónoma, los Mossos d’Esquadra, a reprimir las actuaciones violentas con cargas y balas de espuma. AFP