Embarazada de ocho meses y medio, Emily McIntyre está esperando su tercer hijo. Esta estadounidense de 26 años perdió la custodia de sus otros dos hijos, a cargo de los servicios sociales del estado de Ohio.
“La adicción es un trabajo a tiempo completo. Te levantas enfermo y necesitas encontrar la primera dosis para poder seguir funcionando, para cuidar a tus hijos”, cuenta a la AFP.
Cuando su hija dio positivo por cocaína, Emily perdió la custodia de ella y de su hermano. Como estos dos niños, desde el comienzo de la crisis de los opiáceos, miles tuvieron que ser separados de sus padres.
La ruta de dependencia de esta mujer, entonces de 18 años, comenzó con OxyContin, el analgésico del laboratorio Purdue en el centro de la epidemia de adicción a los opioides en Estados Unidos.
Emily se volvió luego adicta a la heroína, una droga más barata y accesible, antes de recurrir a la cocaína.
Los servicios sociales del estado de Ohio registraron un aumento del 27% en los cuidados infantiles en los últimos cinco años.
– “Concentrarme en mí misma” –
“Me tuvieron que sacar a mis hijos para que pudiera concentrarme en mí misma y sanarme”, admite Emily.
Frente a las separaciones familiares, se están probando nuevos enfoques en este estado, uno de los más golpeados por la crisis de opiáceos, para apoyar a los padres.
Gracias al programa START/QIC recomendado por la corte, Emily se sometió a una desintoxicación por primera vez hace siete meses. Desde entonces, su caso ha sido seguido constantemente por una asistente social y una acompañante.
“Hacemos un seguimiento cada semana. Estamos en contacto para asegurarnos de que vaya a los grupos de apoyo, asista a las reuniones, vaya a la corte, de que llegue a tiempo a todas sus citas”, dice Lauren Wimer, una asistente social que trabaja en la corte del condado.
Angela Cochran, una exdrogadicta, acompaña a Emily en su rehabilitación.
“Sé por lo que va a pasar física, mental y emocionalmente. Estoy ahí para ayudarla a prepararse para eso”, dice la joven, quien también tiene a sus hijos con una familia de acogida.
Emily forma parte de los millones de estadounidenses privados de un gran juicio que establezca responsabilidades en esta catástrofe de salud pública causada por la dependencia a potentes analgésicos en Estados Unidos.
El histórico proceso judicial estaba previsto para el lunes en un tribunal federal en Ohio, pero cuatro empresas farmacéuticas gigantes alcanzaron a último minuto un acuerdo amistoso con los demandantes, allanando la vía para una importante compensación financiera para las comunidades afectadas.
La factura podría ser de decenas de miles de millones de dólares.
– “Afortunada de estar viva” –
Los programas sociales de los que se beneficia Emily responden a una necesidad en un área particularmente afectada por la epidemia.
El condado de Trumbull, a unos 90 km de la ciudad de Cleveland, ha registrado 564 sobredosis en lo que va de 2019, incluidas al menos 60 muertes. En el apogeo de la crisis de los opioides en 2017, este condado tuvo más de 200 sobredosis en unos meses.
“Se ha convertido en un gran problema, un gran problema aquí. Muchos de mis amigos ya no están por esta crisis que continúa. No lo lograron. Soy afortunada de estar viva”, dice Emily.
El objetivo de las autoridades es volver a reunir a las familias y aliviar a los abrumados servicios sociales estatales.
“Pedimos un mínimo de seis meses de sobriedad, pero también queremos asegurarnos de que tengan una vivienda segura, que estén en una relación estable y que sean capaces de proporcionar un entorno seguro para los niños”, dice Kimberly Ruble, directora del programa en el condado de Trumbull.
Sobria por seis meses, Emily acaba de mudarse a un departamento y tendrá la custodia de su bebé recién nacido en unos días. Si todo va bien, su hijo de cinco años y su hija de 11 meses se les unirán para fin de año.
Ella, que nunca había sido tratada por adicción antes de este programa, se siente en camino a la recuperación.
“Mi futuro me parece prometedor. Veo a mis hijos regresar, tener un trabajo, un automóvil, volver a una vida normal”, asegura.
AFP