Maria Gabriela siguió ayer por internet, desde Caracas, la exhumación de Francisco Franco. Enseguida encontró a la persona que andaba buscando: el primer ‘costalero’ por la izquierda sosteniendo el féretro, un tipo con un lazo rojigualdo en la solapa y unos kilos de más. La figura de Luis Alfonso de Borbón aparecía en la pantalla del ordenador.
Por: Enrique Andrés Pretel | Ángel Villarino | El Confidencial
Además de bisnieto del dictador, es vicepresidente del Banco Occidental de Descuento (BOD) en el que esta venezolana metió hace más de tres años los ahorros de toda una vida: 370.000 dólares obtenidos por la venta de la casa familiar en Maracaibo, un dinero que tenían preparado para huir de Venezuela y empezar una nueva vida en España.
“Mandamos todos nuestros ahorros al Banco del Orinoco (filial del BOD). Lo hicimos, entre otras cosas, por las garantías que nos daba ver a un noble al frente, alguien que salía en las revistas. Me prometieron un 6% de intereses y nunca nos los pagaron. Luego VISA anuló nuestras tarjetas y ahora no podemos acceder al dinero”. Ella aún cree que recuperará sus ahorros. “He leído que este señor, el Borbón, se postula al trono de Francia, que es alguien muy importante. ¿Cómo van a dejar que nos ocurra algo así? Sería muy malo para su reputación, ¿no? Creo que se arreglará, aunque solo sea por el qué dirán en la sociedad española”.
Luis Alfonso de Borbón ha ocupado un papel protagonista en los últimos meses por la controversia generada alrededor de la exhumación de su bisabuelo. Pero ese podría ser el menor de sus desvelos. La situación del grupo financiero venezolano BOD, propiedad de su suegro, Víctor Vargas, acarrea problemas mucho más serios que el traslado de los restos de Franco al cementerio de Mingorrubio. Tarde o temprano, dicen los afectados, tendrá que dar la cara.
A principios de octubre, el Banco Central de Curazao y San Martin declaraba en quiebra la filial del BOD en las Antillas Holandesas —Banco del Orinoco—, acusándola de no disponer de fondos suficientes para hacer frente a sus depósitos y de haber falsificado documentación clave sobre el estado financiero de la compañía. En enero, los activos del banco estaban valorados en casi 1.200 millones de dólares, pero cuando el ente emisor curazoleño lo intervino dijo que no había ni para pagar las nóminas de los empleados. Algunos afectados hablan de unos 700 millones de dólares en juego, pero El Confidencial no ha podido verificar esta cifra.
El Confidencial trató de contactar a Víctor Vargas, al BOD y a Luis Alfonso de Borbón para exponer su versión del caso, pero no se recibió respuesta hasta el momento. El Grupo BOD emitió un reciente comunicado para negar informaciones publicadas en medios venezolanos sobre una posible investigación sobre Luis Alfonso de Borbón y otros directivos del grupo. “Muy al contrario de lo que afirman las malintencionadas publicaciones de prensa que sólo buscan desprestigiar la reputación de Luis Alfonso de Borbón, nuestro director se encuentra en este momento en contacto directo con sus clientes (…) cumpliendo cabalmente sus responsabilidades de manera cotidiana”.
Vargas también negó tajante los hechos en una rueda de prensa y cargó contra las autoridades financieras de la isla. Pero eso no evitó un efecto dominó sobre todo el ‘holding’, que ahora está bajo la lupa de los supervisores bancarios de varios países, incluyendo Venezuela —donde, en un primer momento, había logrado esquivar la intervención gracias al Tribunal Supremo—.
Miles de venezolanos, algunos residentes en España y otros países, acusan directamente a Vargas y a Luis Alfonso de Borbón de retener sus fondos en divisas en sus bancos en el exterior. Ahora se están organizando en varios grupos para intentar recuperar sus depósitos por la vía legal. Confían, por ahora, en la buena fe de estos empresarios.
Un rey en la manga
Más allá de sus cargos orgánicos en la estructura del grupo, Luis Alfonso de Borbón mantiene responsabilidades directas en los negocios de su suegro. Cada vez que Vargas quería seducir a un cliente difícil o necesitaba apaciguar a un empresario molesto, sacaba un as en la manga. Algunos dirían que un ‘rey’: Luis Alfonso de Borbón, bisnieto de Franco y del rey Alfonso XIII, aspirante al trono de Francia y —desde 2004— marido de su hija Margarita. Más conocido en Venezuela como ‘el príncipe’.
El hijo de Alfonso de Borbón Dampierre, duque de Cádiz, y Carmen Martínez-Bordiú, duquesa de Franco, estudió empresariales en la Cunef y trabajó durante varios años para el banco BNP Paribas en Madrid. “Era un banquero privado, con perfil conservador, que hacía inversiones seguras en bonos y cosas así. Nada de productos complejos”, dice una fuente que lo conoce personalmente. Hasta que emparentó con Vargas, conocido como el ‘banquero rojo’ por sus vínculos con el fallecido Hugo Chávez y su sucesor en el poder, Nicolás Maduro.
Desde entonces, ha trabajado durante 15 años codo con codo con su suegro como vicepresidente internacional del Banco Occidental de Descuento (BOD) y director del Grupo Financiero BOD, uno de los principales bancos de Venezuela, con millones de clientes en el país, y sus filiales en Panamá, República Dominicana, Antigua y Curazao. Pese a su cargo y cercanía, nunca estuvo entre el puñado de hombres en los que Vargas confiaba para las operaciones más delicadas. Pero sí tenía un papel clave en la captación de clientes y las relaciones públicas de su imperio bancario.
Como un ‘gitano de Macondo’
“Durante unos años, lo tuvo recorriendo el país entero como los gitanos de Macondo para vender sus productos financieros. Un año llevaba hielo, otro imanes. Como buen vendedor, se aprendía su discurso y fue muy exitoso. Logró que los depósitos [del BOD] subieran de manera bárbara”, explica una fuente conocedora de la industria bancaria venezolana, quien lo describe profesionalmente como un hombre agradable, elegante y extremadamente educado. “No me extraña. La gente se quedaba impresionada cuando les llevaban al ‘príncipe”.
Por su posición en la corporación y en la familia, Luis Alfonso de Borbón disfruta junto a su esposa Margarita de un tren de vida solo al alcance de las mayores fortunas del mundo. Aviones privados, yates de lujo, caballos de raza, equipos de polo, mansiones a ambos lados del Atlántico. “Mis hijos nunca han volado en comercial”, le gusta jactarse a Vargas —’Varguitas’ para los amigos—.
Si bien el banquero venezolano ya era adinerado antes de la llegada de Hugo Chávez al poder en 1999, su escandalosa fortuna la amasó gracias a sus polémicos negocios con la ‘revolución bolivariana’. Su vida está plagada de escándalos y excesos, desde un fallido seguro para la petrolera estatal PDVSA en el incendio de la refinería Amuay —el mayor accidente en la historia petrolera venezolana— a su papel facilitador en la compra de la Cadena Capriles —uno de los principales conglomerados mediáticos del país— por parte de empresarios cercanos al chavismo. Incluso una vez fue detenido una vez por los servicios venezolanos de inteligencia. Pero hasta la fecha ninguna acusación ha prosperado.
“La gente escribe historias de mí diciendo que tengo un Ferrari, un avión y un yate. Pero no es verdad. Tengo tres aviones, dos yates y seis casas. ¡He sido rico toda mi vida!”, se pavoneaba en su ya célebre entrevista con el ‘Wall Street Journal’ en la que se definió como “un socialista en el sentido real de la palabra”. Y en socialismo se hizo realmente multimillonario. Nada mejor para demostrarlo que la boda que convertiría a su hija en duquesa de Anjou -y auparía a su familia a una nueva cúspide social-.
La boda de un ‘jeque’
El enlace entre el príncipe Borbón y la hija del banquero rojo se celebró por todo lo alto en La Romana, República Dominicana, donde los Vargas tienen una mansión. Luis Alfonso llevaba uniforme de Bailio de la Gran Cruz de la Orden de Malta, distinción reservada a jefes de Estado y de casas reales, y la insignia de la orden dinástica francesa del Espíritu Santo. Mientras, Margarita lució un traje diseñado por Vittorio y Lucchino, que además asistieron en persona a la ceremonia. Se leyó una misiva personal del Papa dirigida a los novios y cantaron Los del Río, David Bisbal y Juan Luis Guerra. “Había palanganas con caviar beluga, los mejores vinos y fuegos artificiales. Era la boda de un jeque árabe”, describe un asistente al evento.
A la novia se le regaló una pulsera y un broche, joyas pertenecientes a la reina Victoria Eugenia. Entre los 1.500 invitados, había empresarios, políticos, toreros y un buen surtido de apellidos con abolengo: los duques de Plasencia, la duquesa de Arcos, el duque de Sevilla, el duque de Terranova, la marquesa de Villar de Grazalejo, los condes de Argillo, la condesa de Morata, los barones de Gotor. Pero ningún pariente de don Juan Carlos —en teoría, porque en las invitaciones de boda Luis Alfonso se presentaba como ‘alteza real’—. Desde la Zarzuela, tampoco enviaron ningún regalo a los recién casados.
El corpulento aristrócrata, entonces de 30 años, y la tímida multimillonaria venezolana, de 21, se habían conocido años antes en otra boda. La de Victoria Vargas, hermana mayor de ella, con Francisco D’Agostino, hijo de un poderoso constructor venezolano e íntimo amigo de él. Insisten las crónicas sociales de la época en que fue un flechazo, mientras recalcaban cómo los unía la tragedia. Luis Alfonso perdió a su hermano mayor Francisco en un accidente de tráfico antes de cumplir 10 años y su padre murió cinco años después mientras esquiaba en Estados Unidos. Margarita también perdió un hermano, que falleció a los 19 años por una enfermedad.
Pero ahora, la vida les sonreía. Con el dinero de ella y los apellidos de él, la pareja se convirtió en una asidua en la prensa del corazón, que siguió al dedillo el nacimiento de sus cuatro hijos —los gemelos fueron bautizados en la Capilla del Coro en la Basílica de San Pedro del Vaticano—, sus vacaciones de lujo en Sotogrande, jugando al polo o navegando en los yates de Vargas por el Mediterráneo y el Caribe. El Allegro tiene 60 metros de eslora. El Ronin es tan grande que no cabe en el puerto de Sotogrande y hay que fondearlo en los muelles de abrigo. La pareja se instaló primero en la exclusiva zona de la Castellana, en Caracas, hasta que la inseguridad los llevó a mudarse a Nueva York —donde nacieron tres de sus cuatro hijos— y luego a Madrid, donde viven actualmente. Primero en un piso de Chamberí y posteriormente en La Finca.
El patriarca de Vargas e Irausquín
Los lujos de la pareja son nimiedades comparados con los del patriarca de los Vargas, de 67 años. Aunque le gusta decir que fue “rico de toda la vida”, Víctor Vargas era más bien hijo de un matrimonio de clase media acomodada entre un médico y una magistrada de la Corte Suprema de Justicia. Su fortuna comenzó después de sus tempranas nupcias con la joven Carmen Leonor Santaella, heredera de un pequeño grupo bancario en Venezuela. Su prometida le regaló su primer Alfa Romeo del que presumía en la Universidad Andrés Bello, donde se graduó como abogado.
El excéntrico banquero logró expandir su modesto imperio, que incluye aseguradoras, empresas petroleras e inversiones inmobiliarias, hasta tocar techo en 2006 con la compra de CorpBanca por 300 millones de dólares a sus dueños chilenos. Su banco saltó a ser el quinto más importante del país. Un año después de lograr fusionar su ‘holding’ en 2013, el Grupo BOD aparecía en la lista ‘Forbes’ como la compañía 1.422 del mundo, con un capital de 11.300 millones de dólares —una cifra doblemente engañosa, debido a que la mayoría de los fondos del banco están en títulos de deuda venezolana que han perdido gran parte de su valor y que el valor oficial del bolívar estaba inflado en medio del control de cambio—.
Sus allegados lo describen como un empresario astuto y muy ambicioso, con un gusto excesivo por el lujo y el derroche. Cuando su hija se casó con ‘el príncipe’, decidió actualizar su apellido para reflejar su nuevo estatus y en sus tarjetas de visita se presenta como “Víctor de Vargas e Irausquín”. Mientras, su vida personal se transformó al vertiginoso ritmo de sus negocios. En 2013 se divorció de su esposa después de tres décadas de matrimonio para casarse con una modelo y diseñadora de joyas 30 años menor que él y con la que volvió a ser padre sexagenario, por partida doble.
Cuando invitó a un amigo a asistir a un Gran Premio de Fórmula Uno, éste se quedó impresionado por el libre acceso que tenía Vargas al ‘paddock’ de Ferrari. “Soy uno de sus mejores clientes”, le explicó. Fusionar un imperio banquero forjado al calor del chavismo con el rancio abolengo borbónico parecía un negocio redondo, una simbiosis perfecta para ellos, pero en la que miles de ahorradores venezolanos temen haberlo perdido todo.
Malvender la casa
Mientras la familia Borbón-Vargas exhiben su desenfrenado ritmo de vida, cientos de familias venezolanas llevan años sufriendo. Algunos, como Yesenia Hernández, venezolana emigrada a Madrid, se sienten estafados y temen haber perdido todos sus ahorros. “Me deben 10.000 dólares, que puede parecer muy poco pero para mí es mucho dinero. Es lo que me dieron por malvender mi casa en Venezuela y contaba con ese dinero para arrancar en España. Llevo seis años esperando y mientras tanto sigo viviendo en casa de mi hija, durmiendo en el cuarto de la niña”.
Los afectados se están organizando en asociaciones, con la orientación organizaciones como la Alianza Nacional de Usuarios y Consumidores (Anauco). “Hemos tenido las primeras reuniones para negociar con la dirección del BOD”, explica su presidente Roberto León Parilli, en una entrevista telefónica con El Confidencial. “Han mostrado buena voluntad, pero si esto no se resuelve pronto, puede tener consecuencias mayores e iremos a los tribunales”, prosigue.
El atractivo del BOD era que, gracias a sus filiales en el extranjero, los venezolanos podían abrir cuentas en el exterior sin necesidad de viajar y así poder sortear el férreo control de cambios vigente en el país desde 2003. Con los ahorros en moneda dura y lejos del país, estos fondos eran el salvavidas para muchos ahorradores atenazados por la crisis del país. El derrumbe del bolívar y la acelerada dolarización del país petrolero han convertido estos fondos en vitales para sus clientes.
Desgracias de todos los tamaños
En esta situación, hay desgracias de todos los tamaños. “La mayoría de las personas que representamos son pequeños ahorradores, que tenían 10.000 o 20.000 dólares fuera del país. Muchos de la tercera edad o con problemas de salud, con familiares fuera. Pero también hay varias sociedades y empresarios con hasta 10 millones de dólares”, detalla Parilli, quien asegura que ya tienen a 500 afectados en varias de las jurisdicciones en las que opera BOD y la cifra crece “cada día”. El problema puede ser incluso más profundo. Hay abogados, como el despacho Gil & Rosas, que llevan varios años forcejeando con el banco. “Empezamos a trabajar hace tres años con esto, con un conocido que nos llegó con un caso que creíamos puntual”, comenta Daniel Rosas por teléfono.
“Hemos llevado unos 15 casos, sumando cerca de 600.000 dólares en total. Hemos logrado recuperar el 80% negociando directamente con el banco, que utilizaba diferentes estrategias para devolver el dinero. Se han alcanzado acuerdos informales con aquellos a los que les debían mucho dinero. Si no podían pagar en efectivo, lo hacían a través de bienes y propiedades del grupo financiero: edificios, locales comerciales…”. De un tiempo a esta parte, asegura este abogado venezolano, recuperar los depósitos parece estar convirtiéndose en misión imposible.
En redes sociales se pueden ver varias cuentas de afectados que buscan visibilizar su caso desde hace años. Pero en una Venezuela al borde del colapso de forma permanente, pocos los escuchan. “Empleados de BOD cómplices defienden a estafadores que tienen ilegalmente ahorros de venezolanos en BOIBank. Destrozando familias, viejitos, discapacitados, enfermos. Da dolor verlos llorar en la recepción del BOD”, escribió Javier Espinoza en su cuenta de Twitter. “¿Será que allí nadie tiene dignidad ni vergüenza?”.