“Con clase y dinero de todo tendrás / Te das una vida mejor que un pachá”
(Pero yo sé, 1928, letra y música de Azucena Maizani)
………………………………………
Mejor que un pachá, un rajá, un emir, un sultán, y empatando 1 a 1 con un jeque envuelto en oro y petrodólares. Así vive Maha Vajiralongkorn Bodindhorndevarangkul, rey de Tailandia, 67 años. Al que llamaremos Maha, porque sus apellidos son un desafío para periodistas y mecanógrafos…
Por Alfredo Serra / infobae.com
Autoridad suprema y absoluta, vive en el Gran Palacio de Bangkok sin sobresaltos: sólo los casi 40 millones de turistas por año que visitan las Siete Maravillas vierten en las arcas reales más de 455.200 millones de dólares: casi el 10 por ciento del PBI. Y de ese 10, un tercio lo aporta el comercio sexual…
Pero otras son las tormentas de Maha. Hace pocos días repudió a su esposa y ex concubina Sineenat Wongvajirapakdi, acusándola de “desleal, desobediente y desagradecida”. Decisión tan oportuna como sospechosa: dos meses antes legalizó –con millonaria ceremonia– a la también ex concubina y ex azafata de la aerolínea Thai Airways Suthida Tidjai, ahora reina.
Consorte que no llegó al trono en un chasquear de dedos… Conoció a Maha en 2013, cuando éste aún no era rey: fue coronado en mayo de 2019, pero reinaba de hecho desde 2016, cuando murió su padre.
Pero ella no perdió el tiempo. Se alistó en el ejército (destino: la Guardia Real), al año pasó a jefa suplente del cuerpo de guardaespaldas del monarca, algo más tarde a general, y un último salto: subcomandante de la guardia personal del dueño del trono.
Sin embargo, el repudio a la reina y el veloz ascenso de Suthida no sorprende: auténtico saltimbanqui del amor, Maha se casó y expulsó a sus esposas cuatro veces.
La primera (1997), con la princesa Soamsawali Kitiyakaram, a quien echó para convivir con la actriz Yuvadhida Polpraserth, que le dio cinco hijos…, y se fugó con ellos a Inglaterra.
Maha no derramó una lágrima ni intentó recuperarlos: los despojó de sus títulos reales…
Siguiente boda. Año 2001. Con Srira Suwadee, de su servicio personal, que le dio otro hijo: el príncipe Dipangkorn Rasmijoti. Con mal final. Maha la acusó de corrupción (pero todo se cocinó dentro del palacio: no trascendió detalle alguno de culpa o inocencia), y la unión terminó en divorcio. Año 2014.
Con todo, los amores, amoríos, bodas, divorcios y repudios no son los únicos rasgos polémicos (¿o escandalosos?) del rey.
Apenas trepó al trono borró de un plumazo el equilibrado modo de gobernar de su padre, el rey Bhumibol Adulayed El Grandioso.
Lo primero: reclamar para sí la propiedad de la Oficina Real ad hoc, que se ocupa de las millonarias inversiones del reino y la administración de las vastas posesiones en los cuatro puntos cardinales. Y además –golpe muy duro a la tradición– se entronizó como amo y señor de las dos unidades militares más poderosas del país. Como quien dice…, la suma del poder público.
Pero impune, porque la monarquía está protegida por la Ley de Lesa Majestad: multas y hasta 35 años de prisión para “quien vertiera cualquier comentario negativo sobre todo miembro de la familia real”.
A todo esto…, la poligamia fue legal en Tailandia para asegurar la lealtad de las familias más poderosas de la Corona, pero quedó sin efecto en 1932, cuando el país pasó a ser una monarquía constitucional.
El país es milenario. Las primeras civilizaciones se instalaron dos mil quinientos años de Cristo. Pero tal cual lo conocemos, empezó en el primer milenio después del hombre que murió en un madero.
Antes, y hasta 1932, fue el remoto el reino de Siam, atisbado en dos películas de Hollywood: las dos versiones de Ana y el Rey de Siam, hoy yacentes en cinematecas. Y en la segunda etapa fue Birmania y sus selvas, escenario de feroces combates en la Segunda Gran Guerra.
Hoy es uno de los 49 países del continente asiático, y uno de los más prósperos de “Los tigres de Asia”. Si va, recuerde: un dólar vale 33 baths y moneda…
El primer eco tailandés que llegó a Santa María de los Buenos Ayres data de 1950. Un insólito piloto de Fórmula 1, llamado el Príncipe Bira, corrió en Palermo contra los ases argentinos Fangio y Oscar Gálvez, y la trilogía italiana más fuerte: Ascari, Farina, Villoresi. Y en una de las carreras… ¡con paraguas!
Llovía –tormenta del sudeste–, y el moreno príncipe manejó, el pie en la tabla, a 200 kilómetros por hora. Abandonó, pero fue el piloto más pintoresco… (Fui testigo)