La aspiración de la sociedad democrática, que se ha forjado en el duro trajinar y afirmación de los valores y principios del gentilicio, es ponerle la mano al futuro. Ella no saldrá a la calle para participar en unas elecciones pactadas en una cohabitación con los causantes de las atrocidades que destruyeron la república. Descarta ser comparsa de una transición que implique tal cohabitación, consciente de que eso retrasaría la solución del drama; no desea compartir con los responsables de las 7.000 muertes anuales a manos de sus cuerpos policiales, mediante ejecuciones sumarias.
Es la misma sociedad que no entiende cómo la ONU permite una silla en el Consejo de los Derechos Humanos a quienes los han violado sistemáticamente. La que alza su voz para decir que la Organización de las Naciones Unidas no tiene que ver con la realidad, al taparse los ojos y no ver a los que niegan a la población los servicios básicos y desconocen la libertad de expresión cuando eliminan y coartan a los medios independientes. Es la misma que demanda un protocolo para ingresar a ese Consejo porque entiende que cualquiera no puede postularse y tiene que haber filtros. Y la que exige la convocatoria de una cumbre de seguridad hemisférica para impedir que las fuerzas de mal se reagrupen.
Es la que se niega a cohabitar con un régimen que recibe en calidad de héroe a Iván Márquez y está convicto y confeso en las candelas que se han prendido en América Latina. Que trabaja en la instauración de 4 Cubas en el continente y consiente el tráfico de personas, niños, órganos y cocaína; y quien usa como manual de navegación lo descrito en el libro Ilícito de Moisés Naím.
Se trata de la sociedad democrática que no aceptará una cohabitación con el régimen y que asocia su voz a la consulta elevada a la Corte de San José por el presidente Iván Duque, en cuanto a si la reelección indefinida es un derecho humano, o más bien favorece a regímenes que han transgredido límites de la jurisdicción presidencial buscando perpetuarse en el poder a través de la captura del Estado y la eliminación de los contrapesos institucionales.
¡No más prisioneros políticos, torturados, asesinados, ni exiliados!