La Alcaldía chavomadurista de Guacara, conjuntamente con la Cámara Municipal, basándose en decisiones surgidas de la llamada ANC, han implementado -vía ordenanza- la aplicación de una Unidad Tributaria Municipal con un valor de 300 Bs, para efectos de calculo de impuestos, tasas y contribuciones, y simultáneamente una Unidad Tributaria Sancionatoria con un valor de 600 Bs, para efectos de calculo de ilícitos, multas y sanciones. El artículo 3 de la Ordenanza plantea que la misma puede ser reajustada cuando se considere necesario previa opinión de la Comisión de Finanzas de la Cámara Municipal y de la Dirección de Hacienda (esto último despeja la duda de si el concejo es o no autónomo, confirmado, son un apéndice del ejecutivo al incluso dejar de aplicar la tradición legislativa de aprobar cambios de alícuotas por medio de acuerdos en plenaria)
Ahora bien, la Unidad Tributaria Nacional cuyo valor actual es de 50 Bs, teóricamente, tiene varios fundamentos técnicos para su cálculo entre los que destaca el INPC de la zona metropolitana de Caracas. Entonces valdría la pena preguntarle – para poner en práctica algo de transparencia – al alcalde y concejales ¿Cuál fue el fundamento técnico para el establecimiento de esa Unidad Tributaria Municipal y Sancionatoria? ¿Cuál fue el criterio utilizado? ¿No les parece de carácter discrecional la manera como sería reajustada esa Unidad Tributaria Municipal? ¿Por qué solo sería oída la opinión de la Dirección de Hacienda y la Comisión de Finanzas y no en una discusión abierta en la plenaria de la Cámara Municipal?
Sepan que en este momento Venezuela ocupa el puesto 178 de 180 países evaluados en temas relativos a libertades económicas, por otro lado colocar un negocio en cualquier país de latinoamérica demora en promedio 30 días, mientras que en Venezuela se demora en promedio 200 días. Antes de la llegada de la “revolución bonita” Guacara tuvo una pujante zona industrial y un vigoroso movimiento comercial los cuales han mermado en un 85%, producto del sesgo ideológico en la toma de las decisiones económicas.
Entonces un gobierno local en sintonía con la actual crisis, lejos de diseñar una política fiscal coercitiva y sancionatoria debería promover la inversión, la reactivación del aparato productivo en su área territorial, y con ello crear más y mejores puestos de trabajo. Pero, como pueden observar, los guacareños pagan muy caro el precio de tener un lugarteniente de Maduro en la alcaldía.
Si en nuestras manos estuviera el control de la gestión municipal la estrategia fiscal sería otra, primero, es prioritario no caer en la voracidad fiscal, antes que cobrar más a quien ya está pagando es mejor ampliar la base de contribuyentes, es decir, formalizar a los informales, adicionalmente, a través de un monotributo pechar a quienes se dediquen a la digna actividad buhoneril (por demás está resaltar que la formalización tributaria tiene beneficios para el comerciantes en términos de bancarización y disposición de medios de pagos electrónicos). En segundo lugar, bueno sería modernizar el catastro municipal, (lean bien señores, el catastro!!!!) y comprender que la fuente principal de financiamiento de los municipios en la actualidad, en buena parte de las ciudades inteligentes de Latinoamérica, está migrando al tipo impuesto de base inmobiliario
Debe entenderse que nadie está hablando de no pagar impuestos. De hecho, los guacareños tenemos una cultura tributaria que destaca en Carabobo. De lo que se trata es de comprender, por los clavos de Cristo, que si quiebran los negocios no habrá ni impuestos, ni empleos. Y, que incluso en el escenario forzoso de incremento de las alícuotas, lo recomendable para cualquier gestión municipal, que quiera fomentar cultura tributaria, es demostrar concretamente en qué se gasta la recaudación además de colocar murciélagos en cada rincón, pagar comunity mánager para su Instagram, Twitter y organizar rumbas y templetes.
Estoy a la orden de los comerciantes del municipio y del resto de los factores del Frente Amplio Venezuela Libre en Guacara para poner en práctica algunas estrategias que tal vez podrían ser útiles frente a estos dilemas. En Valencia, la Cámara de Comercio tuvo la ocasión de lograr una interesante audiencia con autoridades del SENIAT en la cual tuve la oportunidad de estar presente como invitado de dicha cámara. La organización y el trabajo sinérgico da resultados, en Guacara también podemos hacerlo.