La senadora Jeanine Áñez, una casi desconocida que asumió este martes como presidenta interina de Bolivia en una sesión legislativa poco convencional, es una abogada crítica de Evo Morales que prometió nuevas elecciones a la brevedad.
Áñez era segunda vicepresidenta del Senado hasta convertirse en el 66 presidente de Bolivia, dos días después de que el mandatario indígena dimitiera luego de tres semanas de protestas por su cuestionada reelección en los irregulares comicios del 20 de octubre, y se marchara refugiado a México.
Representante de la región de Beni, en el noreste de Bolivia y fronteriza con Brasil, la flamante presidenta se colocó una bandera tricolor boliviana como capa, mientras era abrazada por otros legisladores tras asumir el mando. Con varios de ellos se tomó fotos.
Inmediatamente recibió la promesa de “apoyo total” del líder cívico regional Luis Fernando Camacho, principal rostro de las protestas que condujeron a la renuncia de Morales tras casi 14 años en el poder.
“Queremos convocar a elecciones lo más pronto”, dijo Áñez, de 52 años, en un discurso.
La Constitución establece que tras la renuncia del mandatario debía asumir en línea sucesoria el vicepresidente, el titular del Senado o el jefe de Diputados, pero todos renunciaron también a sus cargos, creando un vacío de poder.
Nacida en Trinidad, cabecera del departamento de Beni, el 13 de junio de 1967, tiene gran experiencia como política y legisladora. Está casada con un colombiano, según medios locales.
Licenciada en Derecho, entre 2006 y 2008 integró la Asamblea Constituyente que redactó la actual carta magna. Aunque era militante de un partido minoritario, fue elegida segunda vicepresidenta del Senado, por la tradición de que todos los grupos estén representados.
Integrante del partido Unidad Democrática, cobró súbitamente notoriedad el domingo, cuando tras la renuncia de Morales y de los oficialistas que le seguían en la cadena de sucesión, declaró que a ella le correspondía tomar las riendas del gobierno boliviano.
“Ocupo la segunda vicepresidencia y en el orden constitucional me correspondería asumir este reto con el único objetivo de llamar a nuevas elecciones”, afirmó entonces a la televisora privada Unitel.
“Nunca más”
Su proclamación como jefa de Estado, avalada por el Tribunal Constitucional, desató un carnaval en Trinidad, pero también motivó celebraciones en La Paz y otras ciudades por parte de gente que se movilizó contra la reelección de Morales.
La Paz cumplió una semana paralizada por vigilias, bloqueos de calles y el cierre de oficinas públicas y comercios, mientras sus habitantes se organizaban ante el temor de un incremento de la violencia tras la renuncia de Morales.
La nueva presidenta defendió este martes el uso de la bandera multicolor whipala, que enarbolaban los seguidores indígenas de Morales, como símbolo nacional junto a la tricolor boliviana.
Con la banda presidencial cruzada en el pecho y una Biblia en la mano, habló desde un balcón del Palacio Quemado, la casa de gobierno, frente a la Plaza Murillo, a metros del edificio del Congreso donde juró y en cuya planta baja hay un busto de Evo Morales.
Desde México, Morales tildó la proclamación de Áñez como “el golpe más artero y nefasto de la historia”, asegurando que viola la Constitución.
El exmandatario indígena había trasladado su despacho del Palacio Quemado a una torre contigua de 29 pisos llamada Casa Grande del Pueblo, inaugurada el año pasado y muy criticada por la oposición por su lujo y el presunto despilfarro en su construcción.
La nueva mandataria prometió que “nunca más” se robará el voto a los bolivianos y pidió un minuto de silencio por los muertos que han dejado las protestas en demanda de la renuncia de Morales.
Los adversarios de Morales dicen que éste desconoció dos veces la voluntad popular, en el referendo que rechazó la reelección indefinida en 2016 y en los comicios de octubre pasado.
AFP