Leo una noticia donde se indica que en La Florida fue detenido un profesor de la universidad de Miami, por estar incurso en lavado de dinero procedente de Venezuela. El profesor en cuestión es especialista en estudios sobre delincuencia organizada y carteles de la droga. Fue acusado por participar en un esquema de organización delictiva para lavar millones de dólares de dinero sucio que provenía de Venezuela.
Desde hace ya varios años los grupos paramilitares y del narcotráfico, al menos en Venezuela, han infiltrado las estructuras del Estado, partidos políticos, empresas y hasta las instituciones militares, religiosas y educativas.
Lo que prevalece por estos tiempos en Venezuela son relaciones eminentemente económico-financieras, en la mayoría de los casos, permeadas por la oscura evidencia de la actividad ilícita del narcotráfico que nada tiene que ver con la naturaleza de las relaciones de trabajo, legítima y legalmente aceptadas y reguladas por las leyes y normas que rigen estas labores.En
lo que se refiere a la actividad política venezolana, los tradicionales partidos políticos venezolanos se han transformado en agencias para el tráfico, sea de influencias o sencillamente en posicionar a sus miembros y colocarlos en lugares de la administración del Estado donde pueden ejercer su influencia en beneficio propio y de su grupo.
En nombre del partido, en nombre de su caudillo, en nombre de su ideología, en nombre de su doctrina, de izquierda o derecha, o simplemente de su jefe, ejercen el despotismo más primitivo que les lleva a desatar una feroz persecución y destrucción, tanto del personal de la institución como a todo aquello que signifique acatamiento a las normas, tradiciones, principios y valores, terminando con llevar a la ruina material las mismas edificaciones, vehículos y mobiliario.
Es que en la Venezuela del chavismo-socialismo del siglo XXI todo es un negocio. Por lo tanto, la misma pobreza, miseria y marginalidad se convierten en fuente de negocio para los traficantes del dolor humano.
En el pasado el populismo de los partidos llamados tradicionales fue fuente de ingreso que lucró a una élite política, hoy gran parte de ella desaparecida. En la actualidad, el partido que está en el poder controla las fuentes de ingreso público, mientras quienes se le oponen, buscan fuentes de financiamiento externo, en nombre de la libertad y la lucha por la democracia.
Creo que si algún aporte estamos observando en el funcionamiento de la gran mayoría de estos grupos políticos, es la ausencia absoluta de ideología, principios y valores en la tradición de lo que se define como partidos políticos.
La crisis se presenta en la misma ausencia de ética, coherencia doctrinaria y construcción de valores básicos en el cultivo de una conciencia ciudadana.
La política en Venezuela se ha convertido en la práctica en una actividad para lucrar la viveza criolla sin mayor escrúpulo ni pudor.
Es falso que existan partidos de izquierda, de derecha, socialistas o liberales. En todo caso, son organizaciones de fachada, de gran pantalla, faranduleros. Inscritos en organismos internacionales, más para buscar relaciones de influencia y facilidades de inversión de negocios, amparados en el asalto a las riquezas del patrimonio de los ciudadanos y jamás en lograr un bienestar para la población.
La evidente crisis humanitaria compleja venezolana, pública y comunicacional, es evidencia de esto que señalamos. La actividad política en Venezuela se asume como un negocio, como una inversión que tiene fuentes de financiamiento, casi siempre de oscuros orígenes, para posicionar personajes que son a su vez, representantes de organizaciones ocultas o grupos con orígenes no precisamente filantrópicos o de “hermanitas de la caridad”.
Será difícil, extremadamente arduo y complejo superar esta hecatombe de miseria donde se encuentra la sociedad venezolana en su generalidad. Esto, porque a más del desastre económico-financiera, las alarmantes e indignantes estadísticas de desnutrición, migración forzada, destrucción de industrias y empresas, hay que agregar las evidencias de principios, valores y tradiciones alteradas, así como la ética, moral y respeto a las normas y leyes de la república, que son cotidianamente irrespetadas y suplantadas por formas y maneras de relacionarse, más para sobrevivir y no para construir a un ciudadano republicano y democrático.
La práctica de la política es una actividad pública que se ejerce como servicio a la comunidad y jamás para lucrar a quien la ejerce.