Hay una democracia moderna y una democracia antigua. Los límites impuestos al poder, el nuevo sentido de la libertad y el reconocimiento de la diferencia separan a la primera de la segunda. La democracia moderna es la democracia que sospecha de sí y se limita a sí misma y, al hacerlo, supera las falencias de su inmoderado ancestro (la democracia antigua) y lo humaniza. La democracia moderna constituye la forma de gobierno más prudente y responsable de una república y tiene la virtud de liberar a la sociedad de su mayor amenaza.
1- El poder que teme de sí y se autolimita
La democracia moderna teme al tirano; pero, sobre todo, a la mayoría: teme al poder despótico de uno (tiranía); pero, más aún, al poder sectario e incontrolado de los muchos (democracia antigua). “Dadle todo el poder a los más y oprimirán a los menos. Dadle todo el poder a los menos y oprimirán a los más.” (Hamilton) La democracia moderna constituye la precaución de este hecho: la aprensión ante el poder absoluto y la desconfianza ante los hombres que lo poseen; la creación de las formas y de los mecanismos institucionales para evitar su materialización.
La democracia moderna es la democracia que recela de sí. La democracia que desconfía del demos (pueblo) y su kratia (gobierno) y se instituye como una forma de autocontención política. Divide el poder y lo limita en el tiempo. Separa al Estado del gobierno y distingue a la sociedad de ambos. Se somete a sí misma al imperio de la ley y al control imparcial de las instituciones (al sistema de controles y contrapesos institucionales). La democracia moderna es la democracia que guarda a la sociedad de la tiranía del tirano y de la anarquía del pueblo y la salva tanto de la violencia como de la destrucción de ambas formas de abuso.
La democracia moderna es la democracia que humaniza y civiliza a la democracia antigua: renuncia a ejercer el poder de manera sectaria y gobierna para todos; se somete al consentimiento de los gobernados y rinde cuenta de sus actos; crea un Estado de derecho, hace iguales (ciudadanos) a todos los hombres en su diferencia y les otorga voz y representación a todos los miembros de la comunidad política. La democracia moderna es la democracia que ha adquirido conciencia de sus propias falencias y se corrige a sí misma; la expresión de un poder y de una sociedad que han madurado.
2- El nuevo sentido de la libertad y la edificación del individuo
La democracia moderna es el poder (Estado) que renuncia a serlo todo, el poder que se limita a sí mismo e instituye una nueva forma de libertad y un nuevo tipo de individuo.
La libertad de los antiguos es política y colectiva. Para los antiguos, el hombre libre es el hombre que pertenece a una comunidad que se gobierna a sí misma y se da su propia ley (una comunidad política autónoma) e interviene en sus procesos de toma de decisiones colectivas (participa activamente en ella). Para la democracia antigua, el pueblo libre es el pueblo que pertenece a un cuerpo político que no está sometido a ninguna fuerza externa y que participa, al mismo tiempo, de su gobierno. La libertad del individuo, para la vieja democracia como para el hombre antiguo en general, coincide con la libertad de su comunidad política y se agota en ella. La libertad de Protágoras, la libertad del individuo ateniense, es sólo la libertad de la ciudad de Atenas.
La libertad de los modernos, por lo contrario, es civil y personal. Nace donde se detiene el poder del Estado. Para la democracia moderna, el hombre libre es el hombre que cuenta con una esfera de acción inviolable frente al cuerpo político al cual pertenece: el hombre que tiene a su disposición un conjunto de derechos inalienables que le permiten autodeterminarse sin la interferencia del Estado. La libertad del individuo, para la democracia moderna, es subsidiaria de la libertad de su comunidad política, pero no coincide ni se reduce a ella. La libertad de Locke, la libertad del ciudadano inglés, ya no es tan sólo la libertad del Reino de Inglaterra; ella, por lo contrario, la trasciende y sólo comienza donde ésta finaliza.
La democracia moderna instituye un nuevo tipo de entidad social: el individuo autónomo. El individuo autónomo es el individuo que se determina a sí mismo a partir de su propia individualidad, creencias y deseos sin la obstrucción ni la opresión del Estado. El individuo que constituye un límite infranqueable al poder del Estado y que ahora consiste en un fin en sí mismo –no sólo un medio- para dicho poder.
3- La aceptación de la diferencia y la sociedad abierta
La sociedad democrática moderna es la sociedad que renuncia a serlo todo y se autocontiene. La sociedad democrática moderna se limita a sí misma y da lugar a una nueva forma de coexistencia (la convivencia bajo el reconocimiento de la pluralidad) y a un nuevo tipo de sociedad (la sociedad abierta).
La diferencia, para la democracia moderna, no es un problema y la pluralidad no constituye una amenaza. La diversidad, para la democracia moderna, es un aspecto inherente a la condición humana y un elemento constitutivo de la sociedad. Una sociedad plural y abierta es una sociedad congruente con su propia naturaleza y la de sus miembros: una sociedad más apta para enfrentar sus desafíos, emprender su desarrollo y encarar el futuro. La democracia moderna constituye el régimen político que protege y promueve esta forma de congruencia y aptitud de la sociedad y del individuo.
La democracia moderna no sólo instituye un nuevo tipo de individuo; establece también un nuevo tipo de sociedad: la sociedad abierta. La sociedad abierta es la sociedad que respeta su propia heterogeneidad social y su propia diversidad ideológica; reconoce la libertad de los individuos, la autonomía de las instituciones y resguarda a las minorías en su diferencia; promueve la libre iniciativa, la innovación y la originalidad en todas las áreas de la vida; no está cerrada a la libre circulación de las ideas ni al contacto con otras sociedades.
La democracia moderna constituye uno de los mayores logros de la imaginación política y una de las más grandes conquistas en la historia de la humanidad. La democracia moderna es un modelo de convivencia en la diferencia y un método de resolución pacífica de los conflictos (un método de asignación de poder y de toma de decisiones colectivas). La democracia moderna es una forma de prudencia política y de desarrollo moral en la que se gobierna para todos y se tienen en cuenta –sin exclusión- los intereses de todos los miembros de la comunidad. La democracia moderna es también un modo de legitimación del poder que nos enseña que nadie puede gobernarnos legítimamente sin nuestro consentimiento y que quien lo haga está desprovisto de la autoridad adecuada.
Dos formas de democracia pugnan en nuestro continente: una democracia de tesitura moderna y una democracia de temperamento antiguo (sectaria, populista y de vocación totalitaria). Dos formas de democracia (de libertad y de humanidad, de sociedad y de desarrollo) se juegan el destino de nuestro continente y sólo una de ellas (la democracia moderna) tiene la disposición y la fuerza institucional para liberarnos de lo peor nosotros mismos (el abuso del poder absoluto) y sus fatales consecuencias (la muerte del individuo, la anulación de la diferencia y la destrucción de la comunidad propiamente política).