Entre las anécdotas que rodean las crónicas y la historia venezolana, así como los relatos populares quizá perdidos y borrados por el paso del tiempo, destaca cómo fue que “gracias a una yegua” el escritor, historiador, ministro y posterior presidente encargado de Venezuela, José Gil Fortoul logró ganarse la atención y la amistad del dictador Juan Vicente Gómez.
Gil Fortoul había sido miembro del cuerpo diplomático de Cipriano Castro en Alemania, Francia, Londres y Suiza, por aquellos días, había intentado acercarse a Gómez, quien recientemente había tomado el poder en Venezuela, pero la literatura criolla precisa que sus múltiples intentos habían sido infructuosos.
El General Gómez tenía una debilidad: las carreras de caballos, pero en especial por una yegua llamada “Tacarigua” a la que regularmente apostaba pero que siempre perdía.
Gil Fortoul, hombre versado y conocedor del entramado político del dictador, se reclinó de esta afición y viendo que sus títulos de abogado, diplomático, escritor, sociólogo e historiador no le habían servido de mucho para sus fines, un domingo de abril, se acercó al hipódromo y se situó en un estratégico lugar: frente y debajo del palco presidencial, o sea, entre la pista y la vista del Benemérito.
Ese día la yegua Tacarigua volvió a caer en desgracia y perdió la carrera, pero esta vez Gil Fortoul armó un escándalo de voz en cuello, gritando a pleno pulmón que Tacarigua era el mejor ejemplar de todo el hipódromo, pero que siempre perdía porque nadie la sabía montar.
Al escuchar la gigantesca alharaca, Gómez preguntó a uno de sus allegados que quién era el caballero de pipa y elegante vestir, al enterarse, lo mandó a buscar inmediatamente. La treta de Gil Fortoul había funcionado. Las crónicas atestiguan que el asertivo Gil Fortoul le aseguró al mandamás que si le permitía, el domingo próximo, montar y correr la yegua Tacarigua, obtendría la codiciada victoria.
Pues el domingo llegó. Y ante la sorprendida muchedumbre, la yegua con José Gil Fortoul como su jinete, ganó inexplicablemente aquella carrera. El asombro del general era evidente y todo el mundo –sin excepción-, se preguntó cómo aquel refinado diplomático e intelectual se había convertido de la noche a la mañana, en un prodigioso jinete.
Sobre el increíble asunto muchos fueron los comentarios que corrieron por los pasillos del hipódromo: que había sido un fraude. Que era muy extraño que los demás caballos se hubiesen rezagado. En fin, un puñado de conjeturas que nunca pudieron comprobarse, ignorando el pasado de aquel brillante diplomático.
Resulta que nació en Barquisimeto pero creció entre los potreros de la hacienda de su padre el doctor y general José Espiritusanto Gil, conocido como el legendario “Pelón Gil”, un héroe de la Guerra Federal, diputado por Barquisimeto al Congreso que sancionó la Constitución de 1858 en la Convención de Valencia. Jurisconsulto nombrado Gobernador de la Provincia de Barquisimeto en 1859. Comandante de Armas de dicha provincia en 1860.
Desde su nacimiento, Gil Fortoul estuvo íntimamente ligado a los quehaceres agrícolas y por supuesto a las bestias, a las que domaba con singular maestría, según apuntes del escritor Luis Beltrán Guerrero, quien suscribe que pese a su prematura inclinación por la lectura, desde niño -Gil Fortoul- gustaba pastorear el ganado en la hacienda Hato Arriba, perteneciente a su padre, la cual estaba enclavada en el municipio Barbacoas que para entonces formaba parte del Distrito Tocuyo, (hoy estado Lara)
Fue tan renombrado el suceso de la Yegua Tacarigua, que el humorista Leoncio Martínez ‘Leo’ publicó una caricatura de aquella anécdota, con la siguiente leyenda: “Ya lo dijo don José cuya palabra es un fallo: hay que buscar a caballo lo que no se encuentra a pié”.
Luis Alberto Perozo Padua es periodista e historiador venezolano.
Fuente:
Marco Antonio Ghersi Gil y José Antonio Yepes Azparren. La historia de la Familia Gil desde la época colonial y su descendencia hasta hoy. Barquisimeto 2013
Rafael María Rodríguez López. La Leyenda del Pelón Gil. Caracas 1945
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