Con el «frío estoicismo» que demuestra aquel que, tras mucho cavilar, llega a la conclusión de que no puede hacer nada por salvar la vida. Según publicó el diario ABC, así se dirigieron hasta la horca, el 16 de octubre de 1946, diez de los jerarcas nazis condenados a muerte en los Juicios de Núremberg. Las ejecuciones pusieron fin a un proceso internacional con el que los Aliados quisieron dar ejemplo al mundo y demostrar que, tras las barbaridades que se habían perpetrado en la Segunda Guerra Mundial, la justicia funcionaba incluso para los perdedores. El paso por el patíbulo era un momento que la sociedad ansiaba ver. Sin embargo, tan solo se permitió asistir a un número reducido de medios de comunicación para evitar que se extendieran las soflamas que los condenados iban a espetar antes de dejar este mundo.
Por: ABC
Fue, en parte, una decisión acertada. Y es que, los ajusticiados gritaron mensajes a favor de Adolf Hitler, amenazaron a los presentes o insistieron en su inocencia y en desconocimiento de los asesinatos masivos. Con todo, tan cierto como esto es que otros tantos de los líderes que pasaron por la horca aquella jornada instaron a Europa a que el desastre de la Segunda Guerra Mundial no se repitiera de nuevo o llamaron a la reconciliación de ambos bandos. Tras aquella declaración, la vida de todos ellos se apagó con la ayuda del verdugo John Clarence Woods, el soldado alcohólico, psicópata y degenerado elegido para acometer la tarea.
El fin de la Segunda Guerra Mundial
El 20 de noviembre de 1945 comenzaron los Juicios de Núremberg. Una serie de procesos en los que la justicia internacional cargó contra las barbaridades perpetradas por los germanos. A día de hoy, se tiende a pensar que los únicos acusados fueron los jerarcas de Hitler imputados en el denominado «Juicio principal». Sin embargo, y a pesar de que fue el más destacado, en este evento mundial también se dirimió la culpabilidad de hasta seis centenares de nazis más (entre ellos, los médicos y enfermeros artífices del temido programa de eutanasia y de la experimentación en humanos).
El protagonismo, no obstante, fue para el «Juicio Principal». El proceso en el que una veintena de mandamases fueron acusados de conspiración, crímenes contra la paz, crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad. La lista de bestias nazis que pasaron, del 20 de noviembre al 1 de agosto, por la Sala 600 del Tribunal de Núremberg es escalofriante. Las sentencias se hicieron públicas el 1 de octubre de 1946. Todo ello, después de que se celebraran 218 sesiones y de que se leyera un veredicto de más de 100.000 palabras. El resultado fue de una docena de condenas a morir en la horca, como bien explicó ABC: «El tribunal de Núremberg ha dictado doce penas de muerte, tres condenas a prisión perpetua, cuatro de diez a veinte años y tres absoluciones».
Con todo, dos de las sentencias de muerte no se pudieron llevar a cabo: la de Martin Bormann (la mano derecha de Hitler, condenado en ausencia debido a que había fallecido unos meses antes en Berlín) y la de Hermann Goering. El caso del orondo jefe de la Luftwaffe durante la Segunda Guerra Mundial fue el más destacado. Y es que, se suicidó apenas dos horas antes de la ejecución. Y no por miedo, sino porque no quería morir en la horca. «Lo único que Goering quería proteger por encima de todo era su honor como militar. Afirmó varias veces que no tendría ningún inconveniente en que le sacaran a la calle y le dispararan ahí mismo, como un soldado. El problema era que consideraba que lo peor que se le podía hacer a un militar era colgarlo», explicó por entonces el cabo Harold Burson, encargado de hacer un resumen del día a día en Núremberg.
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