Sin ir tan lejos como para fundar una doctrina de la intervención, que por cierto ya debiera haber sido formulada por la OEA y otras instancias regionales y mundiales, – El R2P no va tan lejos en sus pretensiones, y el TIAR, restringido al ámbito militar, tampoco va al fondo político del problema – a partir del establecimiento del primario y elemental derecho universal a la convivencia pacífica, democrática y respetuosa entre las naciones, Venezuela supo dotarse de un extraordinario instrumento jurídico para defenderse ante las tiranías. Fue la Doctrina Betancourt, establecida por quien le diera su nombre, el gran estadista venezolano Rómulo Betancourt, que ni siquiera se convirtiera en norma estable de las relaciones internacionales del propio estado venezolano y no encontrara ninguna repercusión a nivel regional o mundial. Ella planteaba el rechazo de principio a todo gobierno dictatorial e instaba al inmediato rompimiento de relaciones con aquellos estados constitutivo de una dictadura.
Pensada en contrapartida a la tiranía cubana y previendo la indudable voluntad belicista e interventora de la tiranía cubana, de haber sido instituida como norma de las relaciones internacionales, Cuba hubiera sido aislada desde el establecimiento de la dictadura castro comunista, hace ya largos sesenta años. No fue el caso. Lejos de haber sido aislada y combatida, la tiranía cubana se convirtió en el juguete preferido de las democracias liberales occidentales. Los barbudos que asaltaron y destruyeron las tradiciones históricas, sometiendo al pueblo cubano a una virtual esclavitud, fueron magnificados y convertidos en héroes. Un asesino serial como el argentino Ernesto Guevara se convirtió en ícono de las juventudes occidentales. Fotografiarse con Castro, el tirano, se convirtió en un hobby de los más importantes mandatarios de Occidente.
Piñera, Lenin Moreno e Iván Duque han comenzado a sufrir las consecuencias del gravísimo error que cometieran, junto a Macri y Jair Bolsonaro, ya en la lista de espera de la desestabilización impulsada desde Caracas-La Habana, negándose a respaldar a la oposición democrática venezolana para convertirse en infranqueable escudo protector del castro comunismo ante los Estados Unidos. Un reportaje del periódico madrileño ABC de este 27 de noviembre daba detallada cuenta de los preparativos llevados a cabo en Caracas por Cuba y los miembros del Foro de Sao Paulo y el Grupo de Puebla, para coordinar las acciones terroristas de desestabilización que continuarán llevando a cabo en los países que las sufren. De una cosa estoy seguro: ninguno de los países afectados, ni siquiera la OEA de Luis Almagro, le saldrán al paso. El precio lo pagarán sus pueblos.