No se trata de que sea yo para nada neutro. Aunque parezca mentira, Neutro Shorty es el nombre artístico de un cantante de trap y rap venezolano que ha tenido un éxito importante entre las juventudes. Y, sí, en el espectáculo gratuito que intentó llevar a cabo en el Parque del Este, rebautizado con el nombre de Miranda por los cambiadores verbales, habituales, de la satrapía, con el fin de desconocer a Rómulo Betancourt, como si esto fuera posible, se produjo el incidente que cobró la vida de al menos una persona (está en duda la cifra) y causó varios heridos por fallas organizativas cuya responsabilidad se diluyó por razones políticas evidentes.
Aquí entran en juego, en este evento que ha querido guardarse de ser muy comentado por la opinión pública, factores políticos, evidentemente; culturales, sociales, legales, económicos y artísticos que no pueden seguir siendo soslayados. En neutro queda uno cuando aprecia que la intervención legal se frenó, aunque el artista fue llevado a alguna comisaría por unas horas, como si él hubiera sido el causante mientras el caso entró en una especie de congelación extrema, al punto que ya ni se habla en ningún rincón de Venezuela de esos sucesos. Porque allí está involucrado un consentido de la tiranía que quiere pasar ileso de cualquier violencia, aunque la provoque: nada menos que el gobernador de Miranda, Héctor Rodríguez, quien, según pudimos enterarnos, despacha desde La Carlota (¿será por temor, por exceso de protección, o miedo a Los Teques, capital del estado?).
En cuanto a lo artístico no hay duda que Neutro es un irruptor, que juega en sus letras y sus modos con fealdades (ya anunciadas en el arte por Víctor Hugo, por ejemplo) tanto físicas como con las elementalidades de lo humano, centrándose en las expresiones guturales, sexuales, de drogadicción, alcohol, y violencia delincuencial lingüísticas y paralingüísticas, propias de los géneros urbanos que elabora. Preocupa, sí, su conexión con el poder establecido en los propósitos de alentar la violencia urbana, el lenguaje soez, la delincuencia y el consumo de estupefacientes. En un juego a la vez absurdo, peligroso, como es altamente cuestionable. No es posible que el arte, por urbano, rebelde y alterador de órdenes anteriores se pliegue a cumplir necesidades de quienes están en el poder, en secuencialidad con sus acciones tenebrosas para la sociedad.
Extrañamente, el concierto considerado para seis mil personas, tal vez de buena intención original, por gratuito, como era el petitorio que un personaje de El día que me quieras de Cabrujas le hacía a Gardel, llevaba por norte un mensaje de paz (aunque luzca contradictorio con el rap y el trap) y se simbolizaba con banderas blancas. A pesar de que el cantante quiera tener todo lo quiere: “Putas, mansiones y dinero”, a pesar de que “Balas vienen y las esquivamos” y que pida: “bendiciones para los de mi barrio y libertad para los del retén”. El frustrado evento artístico dejó secuelas muy lamentables para los aspectos simbólicos, artísticos y culturales del país. Un muerto, una joven, al parecer una sola sino callaron a la doctora que denunció que eran más. Y allí entra el factor político, como siempre durante este régimen tiránico.
Los periodistas señalan que no hay responsables. Además, cuando requirieron las declaraciones del gobernador de Miranda éste se hizo el loco para buscar no aparecer manchado con la mugrienta suciedad de la muerte y de los heridos que pudieron evitarse con un mínimo de buena organización y de respeto por los ciudadanos.
Critico el arte plegado al poder en lo que tiene de criminalidad y de pervertidor de la juventud. Critico más la irresponsabilidad de un gobernador al que todo apunta y su manera de escurrir el bulto. Puede gustarte el gelato si quieres, pero el daño causado a los asistentes al concierto y a la sociedad venezolana con esas actitudes, resulta irreversible y cuestionable tanto para el artista arrastrado al poder para sobrevivir como para un gobernador irresponsable y cretino. El arte ha de ser libre, aunque deba pagarse, como se debe. El ciudadana deber ser libre y protegido a cabalidad por quienes organizan eventos como estos, previstos, como deben ser a salirse de los causes de la “normalidad”. Este evento y sus secuelas no deben quedar en el silencio ni en el olvido.