Ahora Venezuela debe plantearse cómo producir riqueza. Por eso tenemos ante nosotros dos transiciones gigantescas. Por un lado, la transición política para salir de quienes han empobrecido a los ciudadanos, y el reto es su sustitución por servidores públicos con visión, conocimiento y transparencia. Y la transición de la economía, dado que la capacidad de producir bienes o prestar servicios requiere de una construcción casi que desde un principio, comenzando por los cimientos institucionales que garanticen la propiedad. Ahora es enorme el desafío que enfrentamos para reinventarnos, impulsando una economía donde el petróleo no sea el eje central del desarrollo.
Juan Pablo Olalquiaga / lagranaldea.com
En días recientes, el periodista Alejandro Hernández me pidió participar en La Gran Aldea. Me explicó que el propósito de este espacio es presentar diferentes opiniones sobre Venezuela, lo que debe ser y cómo ésta se puede construir. La idea, según Alejandro, es propiciar un debate sobre posiciones donde la política con “P” mayúscula y no la politiquería coyuntural, ayudasen en el análisis más profundo del drama que atravesamos y los posibles caminos a tomar.
Saludo esta iniciativa, compartiendo el criterio de la necesidad de tener un espacio de esta naturaleza. Venezuela vive un proceso de destrucción que responde a una combinación de variables complejas, tanto internas como geopolíticas, no sólo difíciles de comprender, sino, adicionalmente, para las cuales las respuestas son difíciles de construir.
Y es que la realidad venezolana transcurre en un entorno latinoamericano en el cual los mitos y las fantasías mezclan problemas antiguos y profundos con diferencias propias de la modernidad, en un mundo que continúa avanzando.
Los países latinoamericanos, representados por intereses más individuales que colectivos, luchan con fantasmas del pasado y debaten el presente sobre la base de conceptos caducos. ¿Cómo lidiar con la pobreza sin perder la herramienta electoral que ésta significa?, ¿cómo relacionarse con la necesidad del liberalismo mientras se le condena por su insensibilidad social?, ¿cómo influir en el escenario regional sin asumir compromisos, sin sacrificar la dudosa y debatible soberanía?, ¿cómo obtener ventajas de la presencia de los Estados Unidos, sin que esto signifique aceptar su influencia real en la región?, ¿cómo exprimir a la empresa privada sin ahuyentarla demasiado?, ¿cómo mantener vivo el “Quítate tú para ponerme yo” mediante el uso del populismo destructivo que se sostiene sobre la ignorancia más amplia de unos países en los cuales la pobreza abunda? Todo esto en medio de un desprestigio hemisférico de los partidos políticos. La miopía, el miedo y la hipocresía regional ayudan a sostener la perversidad imperante en Venezuela.
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