Alfredo Maldonado: No hay oposición que por bien no venga

Alfredo Maldonado: No hay oposición que por bien no venga

Miren ustedes qué cosa, tanta inteligencia y contrainteligencia e infiltraciones militares y policiales, tantas burlas a mazazos y promesas con afirmaciones imposibles de creer pero bonitas especialmente cuando se apela a Cristo por el nuevo Pastor de pastores, tantas instrucciones del G 2, médicos y espías cubanos, tántos rusos y chinos venidos de tan lejos, y resulta que nada de eso era necesario porque los maduristas de las arreglan solos para destruir al país, y los opositores se las arreglan por su propia cuenta, sin lecciones de nadie, para destruirse a sí mismos.

Llevamos veinte años de chavistas y maduristas de todas las razas, colores, orígenes sociales y niveles culturales y económicos, militares y civiles con expresiones castrenses –o que tratan de imitarlas-, y todos hablan mas o menos de lo mismo, todos son sospechosos –o abiertos expositores- de rápidas y crecientes fortunas, y todos han hecho entre mal y peor las diversas labores de gobiernos nacional, estadal y municipal. Han terminado por ser, de la boca para afuera, perennes defensores del socialismo a la cubana, pero si aplicamos aquél viejo aserto de que “por sus obras los conoceréis, el castrosocialismo es la mayor cagada del mundo.

Llevamos aún más años de oposición, al menos treinta, porque a los del chavismo mandante, hay que agregarle aquellos cuando los opuestos a Caldera, el último de los viejos caudillos, y los que le respaldaron cuando él dejó a su partido y su partido lo dejó a él, no se pusieron de acuerdo en nada, y cuando los adecos dejaron solo a su propio candidato Claudio Fermín y apoyaron una de las peores campañas de propaganda de la historia y los copeyanos no fueron capaces de convencer al país de que Eduardo Fernández era mejor que el anciano Rafael Caldera para rescatar al país del hundimiento al cual fue empujado Carlos Andrés Pérez.





Con el envío de Pérez al barranco se dio un frenazo violento al rescate de Venezuela y se empezó a escribir el prólogo terrible del desastre. Durante esa década de Pérez en caída y Caldera en desconcierto, se descoyuntaron los viejos partidos, algunas fundaciones derivaron en partidos calcando con palabras diferentes los mismos modelos desgastados y después vino la campaña lamentable de un ex copeyano empresario que quiso cabalgar por Carabobo mientras el simpático militar, fracasado en lo suyo y mediocre en béisbol, iba casa por casa reviviendo los viejos errores venezolanos y abonando el sueño de pegar la lotería con un caudillo que traía arreglo, justicia y bienestar para todos.

Al final, todos los no entusiastas del Chávez justificado primero y liberado después por Caldera, corrieron detrás del caballo carabobeño, y venezolanos de todos los niveles sociales, no sin razón, eligieron –esto nunca se olvide, lo eligieron legítimamente- dueño de Venezuela.

Chávez hizo lo que tenía que hacer, culpar a los tradicionales partidos de poder de todos los errores, males y perversiones y convenció a las masas de que habían sido hambreadas y explotadas, y a la clase media que sería la nueva heroína de la Patria. No frió a los políticos en aceite, fue peor, los despreció, los dejó de lado. Se dedicó a ganarse a la gente con su estilo populachero, simpaticón, sonriente, regañando de vez en cuando, echándole la culpa al pasado, a los ricos, a los Estados Unidos, a sus propios funcionarios que bajaban la cabeza obedientemente, a cualquiera menos a él. El jefe supremo, el comandante en jefe, nunca se equivoca. Fue soez como el pueblo barriobajero, fue gritón, cantó rancheras y recitó poemas llaneros, ¿qué venezolano no se estremece con Rosalinda? A la suya él le anunció en público que le daría lo suyo, machismo brutal de los cerros y el populacho venezolanos.

La oposición se dedicó a inventar argumentos en contra, Chávez era todo lo malo, pero con un detalle importante. Cada dirigente opositor tenía sus propios argumentos. Generaron olas sucesivas de oposición a Hugo Chávez, se hicieron reyes de la televisión, de las protestas, de la ocupación de calles. Al principio pareció que les funcionaba hasta que los propios militares demostraron que ellos tampoco se ponían de acuerdo en contra ni a favor de Chávez.

El más letal enemigo del régimen es el propio régimen, pero han pasado 20 años y mientras dejaron destruirse el agua, la electricidad, las comunicaciones, la seguridad, el trato constitucional a los prisioneros, la libertad de expresión, la economía, mientras perdían el mando porque se les desmoronaba en las manos, fortalecieron su propia unidad en la corrupción, en la fuerza de las armas y de la complicidad. Hoy son una roca firme, imbatible, clavada en medio de un mar con montones de tormentas, vientos y olas embravecidas, que nada pueden contra la piedra inamovible.

Y como todo lo prevén, sea por iniciativa propia o aprovechando la experticia en la maldad que durante sesenta años ha acumulado el régimen cubano para poder vivir de todos sin aportar sino cobrar, también han detectado opositores dispuestos a colaborar por ambiciones y bolsillos personales. Y si la Asamblea Nacional Constituyente ha sido otra de tantas ideas fallidas, ya se organizan para reconquistar la Asamblea Nacional, ¿qué dirán Washington y el resto del mundo democrático cuando el castromadurismo sea mayoría en el real o aparentemente legítimo poder legislativo que además nombra a los demás poderes?

Muchos opinadores de oposición dicen, por sonar sesudos, que sólo la acción militar derribará a la tiranía de Maduro. Unos piensan en los militares que ya forman parte del Gobierno que esperan que echen afuera –quizás por eso la oposición igual defiende a algunos comprobados torturadores-, otros sueñan con el desembarco de Normandía pero no recuerdan que no sólo los desembarcantes murieron, mataron y destruyeron todo lo encontraron a su paso, sino que para acabar con Hitler –el nazismo y el antisemitismo, como el chavismo, eran otra cosa- debieron destruirlo todo hasta llegar a darse la mano con los rusos, invasores anti Hitler que venían a marcha de tierra arrasada desde el Este.

Otros, más prudentes y previendo sus propias tranquilidades y presuntas conveniencias, hablan de diálogo, de acuerdos, de convivencias, de cogobiernos y hasta de que no todos los chavistas son tan malos. Alguno, leído, habla de “una operación quirúrgica”, sin pensar que una cosa es matar a un terrorista en una casa aislada y otro en Fuerte Tiuna.

Entretanto, los venezolanos invaden América y el país se queda solo. Con su Gobierno que habla, promete, piratea y se equivoca, y su oposición que habla, propone, disiente y se equivoca. Sin más camino que Juan Guaidó, por ahora. O María Corina Machado, pero ése si sería un cambio drástico, una auténtica revolución.