La dificultad para respirar lo despertó a las 5:00 de la mañana. En su casa todavía no había movimiento pero el ahogo que sintió lo hizo llamar a su esposa. “Me cuesta respirar”, fue lo que alcanzó a decir Giovanny José Cordones (60) a la señora Ana Teresa Mendoza, minutos antes que, junto a su hijo, salieran de su vivienda, ubicada en la avenida Fuerzas Armadas con calle 52, hasta el hospital Juan Daza Pereira, conocido popularmente como el Seguro de la 50.
Por Osman Rojas D | LA PRENSA de Lara
Allí ingresó temprano. No había terminado de salir el sol cuando Cordones estaba siendo atendido por los médicos de la institución. “Aguanta que hoy tienes diálisis y te van a drenar el líquido”, era todo lo que su esposa le decía, intentando, quizás, calmar su angustia. “Te están atendiendo. Hoy te dializas”, le repetía la mujer una y otra vez.
Los minutos dentro de la institución pasaban de forma lenta y desesperante. Cada segundo se hacía eterno para la familia Cordones pues nada aliviaba el dolor de Giovanny que seguía peleando por salvar su vida. El esfuerzo de los médicos y la familia fue inútil porque, luego de dos horas internados, murió por un paro respiratorio. “Murió en el Seguro de la 50. Hoy tenía que dializarse pero no aguantó”, decía su esposa.
De acuerdo a lo explicado por la familia el señor Cordones empezó a complicarse desde hace un par de semanas cuando en la unidad de diálisis Razetti disminuyeron el tiempo de diálisis de cuatro a una hora. La ausencia de máquinas en el lugar fue condenando a los enfermos a vivir descompensados y llenos de líquido.
“Retenía tres y hasta cuatro kilos de líquido. No quedaba bien dializado y eso se le veía. Se quejaba y decía que no iba a salir de la máquina. Eso fue lo que empezó a descompensar a mi papá. No dormía porque el líquido lo ahogaba”, decía con tristeza Giovanny Cordones, hijo del paciente fallecido.
El drama que atravesó la familia en las última semanas fue tanto, que el hijo y la esposa recuerdan con tristeza el viacrucis experimentado. “Son muchos los pacientes renales que están en esta situación. Los enfermos en la Razetti no están siendo tratados correctamente y todos se están descompensando”, dice la familia.
La historia de Cordones es lamentable pero no única. Según explican desde la fundación Amigos del Paciente Renal (APR) en lo que va de año han muerto 251 pacientes, 126 enfermos más de los que murieron el año pasado (125).
Héctor Daniel Colmenárez, presidente de APR, explica que el aumento de estas muertes obedece principalmente a la falta de máquinas y a los constantes cortes eléctricos que se registran en el estado. “Lamentablemente estamos contra la pared. Los enfermos se están muriendo porque no hay espacios para tratarlos”, dice.
Colmenárez señala que las autoridades regionales y nacionales se hacen de la vista gorda ante esta situación pues las múltiples solicitudes de intervención a los centros privados han sido ignoradas por los gobernantes. “No nos ayudan. Estamos cansados de ir a la Defensoría del Pueblo o a la Secretaria de Salud en busca de respuesta”, dice.
Para el defensor de los derechos de pacientes renales en el estado no es suficiente el dotar de insumos y medicamentos a las unidades de diálisis de forma eventual pues hace falta un mayor compromiso para garantizar el mantenimiento y funcionamiento de las máquinas. “Porque entreguen medicinas de vez en cuando no quiere decir que calman la angustia de los pacientes renales”, dice.
Un año oscuro
El 2019 es hasta ahora el año más oscuro para los pacientes renales en el estado Lara. De acuerdo a lo explicado por diversas organizaciones no gubernamentales los doce meses de este año han supuesto una guerra a muerte contra la crisis y es que, los problemas con servicios básicos como agua y electricidad, aunado a la escasez de insumos y medicamentos, arrincona a los pacientes renales en la entidad.
“Hemos atravesado momentos muy duros. Llegar a una unidad de diálisis y saber que no te pueden dializar porque no hay agua no es fácil. Muchos de nosotros hemos tenido que conformarnos con una sola hora de tratamiento porque la luz se va en medio del proceso. No es sencillo estar enfermo y vivir en un país que parece estar en una guerra constante contra él mismo”, confesaba Andrés Carrillo, paciente renal atendido en la unidad de diálisis Barquisimeto.