Nadie creía en Daniel Craig para que interpretara a James Bond. Se veía demasiado serio, era rubio de ojos claros, y se veía considerablemente delgado. Mientras que Sean Connery, Pierce Brosnan y Roger Moore eran hombres coquetos, divertidos y bastante fornidos, el 007 de Daniel Craig representaba una nueva era, menos cómica y más enfocada a la acción de un verdadero agente del M16. El resultado fue perfecto, ya que le dio nueva vida a una franquicia que pudo quedarse en el pasado, y logró reconstruir a un personaje que en la actualidad sería rechazado y señalado como machista.
Así lo reseña gq.com.mx
Primero hablemos de la actitud: Daniel Craig llegó con una mirada seria, un humor un poco más sutil y un deseo por morir que no se había visto antes en las cintas del 007, y es justamente ese último elemento lo que lo hizo tan importante en esta nueva era, ya que muestra a un agente dañado por la violencia, que sólo sigue haciendo su trabajo porque es demasiado bueno en él, y porque desde que lo comenzamos a seguir, su pasado parece perseguirlo, representando así su completo arrepentimiento de vidas pasadas.
Neal Purvis y Robert Wade, guionistas de todas las cintas de Craig, parecen haber crecido a lo largo de los años junto a James Bond, ya que lo llevaron a un punto evolutivo más alto. A pesar de trabajar con un personaje antiguo, lo renovaron creando más capas dentro del personaje, mostrando que es más que un agente que disfruta la violencia y las mujeres, sino un ser humano con problemas complejos.
Similar a Tony Soprano de The Sopranos, James Bond, bajo la piel de Daniel Craig, también sirvió como una representación de la masculinidad tóxica y de cómo un hombre no está dispuesto a aceptar que tiene problemas, y prefiere seguir arriesgando su vida antes que aceptar sus traumas psicológicos.
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