A 20 años de ocurrido el deslave de Vargas, la entidad tiene obras visibles: hay estadio nuevo —cuya construcción está en entredicho—, bulevares y plazas, elevados y terminales. Pero arriba en Los Corales, en Caraballeda, en Tanaguarena y Carmen de Uria, a unos 20 minutos del casco histórico, no se ven mayores logros.
Por Mabel Sarmiento / Crónica Uno
En Los Corales las calles lucen amplias, aunque el agua que las recorre es producto de las filtraciones de aguas limpias y servidas.
El río San Julián, que para el momento del deslave tenía una canalización que había sido construida 40 años antes, ve reducido su cauce en medio de basura, piedras y maleza.
La urbanización Los Corales fue la zona que sufrió las peores consecuencias tanto en víctimas, como en destrucción de infraestructura y vivienda, acumulación de sedimentos y modificación del territorio.
Para ese sector se tenía previsto, según el informe levantado por Carlos Genatios —ex autoridad única de Vargas—, aprovechar los terrenos ganados al mar, la creación de un paseo costero, embarcaderos y marinas, el establecimiento de nuevos frentes urbanos, instalación de comercios y cafés.
Nada de eso se ha cumplido a 20 años de la tragedia. Por el contrario, la urbanización Los Corales sufrió una agresiva invasión de los inmuebles que quedaron en pie. Así sucedió con el edificio donde vivía Fernando Martínez. Él salvó a su familia: le entregó su hijo de año y medio de edad a una vecina que era rescatada en un helicóptero, tiempo después lo encontró sano y salvo. En cuanto a las pertenencias familiares, todas fueron arrasadas por el río.
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