Hoy 3 de Enero, mi querido y siempre recordado amigo, Teodoro Petkoff estaría cumpliendo 88 años de edad. “El catire” supo siempre reconocer sus errores y rectificar. Pasó su vida luchando honestamente por los ideales de la democracia y la justicia social, demostrando siempre que hay una relación indisoluble entre la ética y la política, algo que es impostergable reivindicar con acciones en la política actual. A propósito del inicio de una nueva etapa en esta lucha por la libertad, quienes compartimos algunos años con Teodoro, debemos inspirarnos en su ejemplo y especialmente en su inquebrantable optimismo. Ser optimista no es ser ingenuo, es saber que en medio de las dificultades, siempre hay una gran oportunidad y jamás rendirse ante la adversidad. Es recordar en medio de la tormenta que “llueve y escampa”, es salir con el paraguas en vez de refugiarse en la tristeza.
En un momento complicado y lleno de incertidumbre, Teodoro acuñó una frase que nos permitió avanzar y resume ese espíritu indoblegable: “estamos mal pero vamos bien”. Parafraseando al viejo líder, hoy pudiéramos decir “no sé si vamos bien pero el gobierno está muy mal”. Ciertamente, el régimen sigue aislado internacionalmente, acorralado, enfrentando una crisis monumental que es incapaz de revertir, al borde del colapso financiero y con un país sin combustible, sin capacidad de garantizar los servicios básicos, es decir un país que se hace inviable cada día más, con una dramática situación social, un inmenso rechazo popular y un piso político frágil, a pesar de los esfuerzos por ocultar las grietas. Un gobierno así, no tiene futuro. Aunque no se ha logrado el cambio que aspiramos, el balance es positivo.
Y el gobierno está en tan precaria situación porque los venezolanos no hemos doblado las rodilla. Pese a la represión, al asesinato, la tortura, la prisión y el exilio; pese a la brutal arremetida contra medios y periodistas, ahí está de pie una Venezuela que no se rinde. Pero también está inviabilidad del régimen es producto de la acción consecuente de un liderazgo político que no se arrodilla y corre los riesgos que sean por mantenerse en pie de lucha. Es una mezquindad desconocer ese esfuerzo y un despropósito centrarnos en la crítica genérica, infundada e irresponsable a la oposición democrática, lo cual beneficia exclusivamente al gobierno.
Con muchos errores y no menos omisiones, hay una gestión que es justo reconocer. El esfuerzo realizado desde la Asamblea Nacional y por los principales partidos es algo que debemos valorar. Desconocerlo solo abona el camino de la frustración, la desesperanza y la resignación, solo consigue dividir a la sociedad democrática y esa es la ruta del gobierno, esa es su única posibilidad de sostenerse en el poder, pendiendo de un hilo y matando de hambre a un pueblo. Sin dudas, tenemos muchas razones para sentirnos optimistas. Tengo la certeza de que saldremos de esta tragedia: el gobierno no tiene futuro, nosotros podemos construirlo.
Hacer un balance positivo no significa desconocer las equivocaciones, sino aprender de éstas y enfocarnos en los aciertos para rectificar en lo que sea necesario. Efectivamente, es hora de evaluar con objetividad los avances e identificar errores, revisar nuestra estrategia, redefinir metas y repensar la política pero para eso no necesitamos la “crítica constructiva” de quienes invierten más tiempo adversando a la oposición que al gobierno. En esta etapa son tan dañinos los colaboracionistas que se disfrazan de opositores para sentarse en las piernas de Maduro y hacerle comparsa a la dictadura, como los radicales opositores que apuestan a una confrontación extrema o una invasión yanqui.
Esta necesaria reflexión del liderazgo político es impostergable y el país debe exigirla reconociendo la invaluable labor cumplida y con absoluta solidaridad a quienes han arriesgado todo en estos años de lucha. Replantearnos la política en esta nueva etapa, no puede ser un carnaval de críticas, acusaciones o descalificaciones. No puede ser un encarnizado debate público, debe hacerse puertas adentro, debe ser una reflexión serena y responsable del liderazgo fundamental pero escuchando a todos los sectores del país.
Como toda estrategia, debe manejarse con reserva y discreción, no puede ser un debate público pero debe ser incluyente y muy amplio. Y sobre todo, debe partir del respeto entre los diversos sectores para garantizar la unidad, la cual siempre será un valor fundamental en esta lucha contra la dictadura. Sigamos adelante: ¡Todo por esa Venezuela que no se rinde!
@RichCasanova