1 Cuando escribo estas líneas, Juan Guaidó y los directivos de la Asamblea Nacional, entran a la fuerza al hemiciclo de la AN y sesionan contra todo pronóstico, dado el cerco militar, policial y paramilitar que tiene el régimen dentro y fuera del Palacio Legislativo. ¿Los sitiadores rojos recibieron contraorden? ¿No tuvieron la convicción de impedir la sesión? ¿Fueron rebasados por la decisión de los diputados opositores?
2 El régimen busca liquidar la AN. El 5 de enero parecía que se proponía hacerlo mediante la ocupación definitiva del hemiciclo con la alianza del PSUV y los diputados que se prestaron a la jugada, con tanta indignidad como apoyo militar. Ahora pudiera haber escogido otro camino, ¿o fue la protesta mundial la que lo frenó?
3 La liquidación de la AN tendría un costo evidente para los demócratas. Ha sido la única referencia de legitimidad democrática, junto al TSJ en el exilio, sobreviviente del arrase que ha hecho la Corporación Criminal; es una plataforma plural de dirigentes, en una situación en la que los partidos carecen de fuerza para ser escuchados de modo individual; el ejercicio de la Presidencia de ese Cuerpo es lo que ha otorgado a Guaidó la condición de Presidente Encargado.
4 De allí que la supresión de la AN sería un rudo golpe. Se puede contra argumentar que la AN son los diputados y más nada; pero, no es así: hay rituales, espacios, procedimientos, sistemas de comunicación e información propios de las instituciones. No es lo mismo funcionar en el Palacio Federal Legislativo que en la oficina de un partido o en la plaza de Chacaíto. No hay que olvidar que cuando Guaidó se juramentó el 23 de enero de 2019 como Presidente Encargado, hubo voces dentro y fuera del país que reclamaron que tal acontecimiento no había ocurrido en el recinto natural de la AN. De tal manera que el recinto, sus mecanismos, la majestad de la Presidencia, no son hechos formales. Así lo entendió Guaidó, creo, cuando insistió en volver al ámbito del parlamento el 7 de enero, y lo logró.
5 La supresión de la AN también tendría un alto costo para el régimen. Las horas que van desde la mamarrachada roja del domingo pasado así lo demuestran. En el plano internacional hasta algunos de sus aliados han demostrado que no están dispuestos a apoyar incondicionalmente las barbaridades de Maduro. También tendría un elevado costo doméstico: no habría nadie con quien intentar “diálogos” para elecciones bajo el régimen (aunque pienso que esa operación ya no será posible; ni creo que Guaidó quiera hacerlo otra vez, desligado de la tutela de VP, ni el país lo aceptaría)
6 Ahora queda el camino expedito para la unidad política en torno a la construcción de una coalición nacional e internacional para producir el cambio de régimen. Puede ser el tiempo del TIAR a fondo y de la aprobación del 187.11.