Es conocido desde la antigüedad que el parricidio es el delito de cometer homicidio en la persona de un ascendiente, descendiente o cónyuge. No es el caso que nos ocupa; aunque la gravedad de lo que llamaremos parracidio, alcanza proporciones catastróficas. Hablamos de otro crimen, crimen contra el país.
Disparate basado en la idea grotesca de un nuevo asalto al parlamento, apoyado en lo único que sostiene la tiranía: cúpula mafiosa de las fuerzas armadas y pranes y atracadores, que el diccionario castrochavista llama “colectivos”. Ambos representan la degeneración humana; su existencia es una catástrofe para la sociedad,
El parracidio es eso,- condimentado con ideas grotescas del ser humano-, que patean el sentido de la política y de la convivencia social. Semi pensantes, utilizados como cacharros ambulantes por una tiranía desesperada, que antes de ser desalojados del mundo libertario para siempre, rematan la quincalla en que convirtieron a Venezuela.
El parracidio es conformado por personajes de opereta, imposibilitados de coordinar dos ideas seguidas. Son correlones sonámbulos, dirigidos por titiriteros, también escasos de pensamiento y palabra, donde destaca el usurpador, que mueve los mecates, escondido bajo la sombra de esa grasienta masa humana, que sus pares cubanos llaman sebo y que ven a Venezuela como un cerdo, que desean comerse todo: desde la cola hasta la cabeza.
El parracidio es una ruleta rusa. Putín ante la marcha inminente del usurpador quiere tener una firma que diga: Asamblea Nacional. No importa como: asaltando, comprando, como sea. Lo que no quiere ver y por lo cual tendrá que responder en algún momento, es que esas trampas no valen y que la justicia y el comercio mundial tomaran las medidas pertinentes para que devuelva todo lo que ilegalmente se ha llevado, y que también debe responder por pisotear un país y sus instituciones, como suele hacerlo con los antiguos países de la órbita comunista. Putin Parracida debe saber que los venezolanos tenemos un parlamento soberano y quien firma por él se llama Juan y sus apellidos Guaido Márquez.
El parracidio es una degeneración del ser humano. Su objetivo es terminar de regalar el país a los principales vagabundos del globo. A los comerciantes del mal, chupasangres de un régimen, que se ha robado todo y que pretendió también robarse el parlamento, sin saber que allí son mayoría los creyentes en la democracia, que hoy se han deslastrado de los parracidas, criminales horribles contra el país todo.
El parracidio no es nuevo. Tiene su historia, cuando el 24 de enero de 1848, fue asaltado el Congreso Nacional, sin quorum y secretamente, con episodios similares cometidos por los colectivos de entonces. Murieron 4 diputados en esa época.
Los parracidas de ahora son piratas y busca tesoros que se llevan por delante la dignidad de la política, son contrarios al pensamiento libre, con el cual se disfrazaron para colearse en las listas de los que ansían la justicia.
En enero del 48 se acentuó la debilidad del congreso. En febrero del 2020 ha brillado otra vez la antorcha de la libertad. Ella no podrá ser apagada por un grupúsculo de chicharroneros, cuyo destino próximo será acompañar a los cerdos en Cuba. Si los aceptan en sus chiqueros.