El Partido Social Cristiano Copei llega a los 73 años de su fundación en muy difíciles circunstancias.
Diversas y múltiples causas han colocado ahora al partido en la situación más dramática de toda su historia. Por fortuna, y lo demuestran los hechos, los partidos no se mueren de infarto, sino de mengua.
Se diría que no hay nada que celebrar ahora. Copei es hoy un partido judicializado, dependiente de decisiones del alto tribunal que no tienen otro propósito como no sea liquidarlo por etapas.
Copei es hoy un partido dividido en varios toletes, con una dirigencia que no está a la altura de las circunstancias y que parece no haber entendido su papel en esta hora crucial que vive Venezuela.
Algunos de ellos hablan de unidad y hasta se atreven a reclamarla a la oposición y sus demás partidos. Sin embargo, ¿cómo pueden hacerlo si su propio ejemplo y sus absurdas actitudes no muestran otra cosa que un partido sin unidad alguna, resquebrajado y desgarrado afectiva y realmente? No tiene entonces moral ninguno de ellos si no son capaces de reencontrarse y reconciliarse entre ellos mismos.
Por todo ello, la recuperación de Copei esperará aun algún tiempo, pues no parece factible mientras la dictadura venezolana se mantenga. Pero, más temprano que tarde, cuando esta ya no exista, corresponderá a la base copeyana –presente en cada pueblo y en cada región del país– iniciar el rescate del partido, por encima de sus actuales dirigentes decidir.
Dios mediante así tendrá que ser y corresponderá a la militancia copeyana salvar a la institución partidista. “Salvar el partido” fue la consigna durante la tiranía perezjimenista, cuando algunos dirigentes traicionaron a Copei y se plegaron al gobierno de turno. Esa misma consigna debe ser la de hoy, cuando atravesamos circunstancias aún más difíciles.
Se impondrá entonces retornar a la madurez institucional y volver al camino de la grandeza frente a Venezuela, como tantas veces lo demostró Copei a lo largo de estas siete décadas.
Porque si de algo podemos estar orgullosos los copeyanos es justamente del servicio que el partido le ha prestado a Venezuela desde 1946, ya sea en la oposición o en el gobierno. Y cuando el pueblo venezolano nos confió el poder al elegir presidentes a dos venezolanos de excepción, como Rafael Caldera y Luis Herrera Campíns -y posteriormente eligió también gobernadores y alcaldes postulados por Copei-, se hizo una obra de gobierno fructífera y positiva para todos, sin excepciones ni mezquindades.
El Partido Social Cristiano Copei fue durante mucho tiempo una escuela de formación ideológica y un digno taller para la fragua de líderes nuevos a todos sus niveles, especialmente entre los más jóvenes, todo lo cual sirvió para que su juventud partidista se destacara como una de las más brillantes.
Como en sus inicios, tal vez hoy Copei vuelve a ser un proyecto de futuro, si por tal se entiende su recuperación y posicionamiento entre los venezolanos. Porque en este país siempre ha existido, y sigue existiendo, un amplio espacio para un vigoroso movimiento social cristiano. Y si no es Copei el que lo llene, tal vez sea otro movimiento, inspirado en la Democracia Cristiana y con líderes renovados, el que asuma esa posición.
Ojalá la responsabilidad y el espíritu socialcristiano hagan posible la recuperación de uno de los más importantes partidos de masas de la historia contemporánea, que hizo una innegable contribución a la democracia con una sólida obra de gobierno al servicio de los venezolanos.