Cuando se forma pareja, el o la elegida viene con su familia y eso implica congeniar con un montón de gente no elegida, entre ellas las cuñadas. Aunque se escribe y habla mucho sobre la a veces compleja relación entre suegras y nueras, poco se comenta sobre este otro vínculo.
Por infobae.com
Esta relación no muchas veces fluye. En ocasiones son problemas menores pero en otros casos hay verdaderas “guerras”. Congeniar con familiares no escogidos no es fácil para nadie ni siquiera para aquellos que parecen tener su vida resuelta como pueden ser los miembros de la realeza. Kate Middleton, duquesa de Cambridge y Meghan Markle, duquesa de Sussex lo demuestran.
A primera vista parece que tienen muchas cosas en común. Ambas son plebeyas, jóvenes, inteligentes, tuvieron que aprender y adaptarse al protocolo real con rapidez, soportan el acoso mediático y fundamentalmente se casaron enamoradas de sus esposos, los príncipes y hermanos William y Harry.
Pero también muestran notorias diferencias. El príncipe William y Catherine Elizabeth Middleton se conocieron en la universidad de St. Andrew en el año 2001 y tuvieron un romance típico de dos estudiantes. Kate no era de la realeza pero tampoco una moderna Cenicienta. Sus padres eran líderes en e-commerce y los problemas económicos no existían en su vida.
La relación fluyó. Los novios rompieron en el 2007. Hubo dos versiones -bastante frívolas por cierto- acerca del por qué: una aseguraba que Kate le había dado un ultimátum al príncipe (“O me propones matrimonio o terminamos”) y la otra afirmaba que los amigos del duque de Cambridge se burlaban de su novia y de su suegra, debido a su pasado de azafata. Incluso, se rumoreaba que cada vez que veían a Kate, hacían bromas usando códigos de vuelo.
Pero luego de un tiempo volvieron a estar juntos y fueron por más. Se comprometieron y en el 2011 se casaron. En 2013 nació el príncipe George, luego llegó Charlotte y finalmente Louis. Todo perfecto para ellos… y para la corona.
Kate siempre hizo de la discreción y el perfil bajo un culto. Jamás se le conocieron declaraciones fuera de protocolo o que pudieran crear un problema. En su pasado no había padres alcohólicos, ni amigas juerguistas ni novios escandalosos que pudieran ventilar secretos de alcoba. Su hermana Pippa y su hermano, James también se mostraban simpáticos pero sensatos. Por todo esto, la reina Isabel II la aprobó de inmediato como la futura esposa de su nieto. La consideraba una mujer ubicada, sofisticada y con clase.
Si Kate esperó 8 años hasta llegar al altar, su cuñada Meghan fue muchísimo más veloz. Conoció a Harry en una cita a ciegas, se enamoraron y empezaron una relación en secreto. En diciembre de 2016 se mostraron por primera vez en público, 11 meses después anunciaron su compromiso y el 19 de mayo de 2018, con todo el Reino Unido paralizado, se casaron frente a casi 800 invitados en la Capilla de San Jorge en Windsor. El 6 de mayo nació Archie, el primogénito. En suma, Meghan logró en 4 años, lo que a su cuñada le llevó 12.
Pero si Kate venía de una familia acomodada, la de Meghan era un poco más atípica. Thomas Markle la tuvo en su segundo matrimonio con Doria Ragland, una mujer afroestadounidense, instructora de yoga y trabajadora social. Thomas ya tenía dos hijos, Samantha y Thomas Jr. Fue este último quien le escribió a Harry con su puño y letra una carta donde le decía que su hermana no era la mujer adecuada para él y que casarse con ella era cometer el peor error en la historia de las bodas reales, porque Meghan solamente estaba actuando.
“Es muy evidente que su pequeña fama de Hollywood se le subió a la cabeza, convirtiéndola en una mujer hastiada, superficial y vanidosa que hará una broma de usted y de la herencia de la familia real”, afirmó en su carta.
Pero faltaba algo más. Así como los Middleton jamás opinaron en público del noviazgo de su hija, apenas trascendió el romance entre Meghan y Harry, aparecieron fotos de Thomas mirando fotos de su hija y su futuro yerno en la computadora, leyendo un libro sobre el Reino Unido y haciendo ejercicio para bajar de peso y asistir a la boda en forma. Todo parecía idílico hasta que se supo que había vendido las imágenes por 100 mil dólares.
Pero faltaba otro algo más. Kate solo había tenido un novio antes de conocer a William, el entonces estudiante de Derecho y actual abogado Rupert Finch, pero Meghan había tenido varios novios y también un marido: Trevor Engelson. El matrimonio duró apenas dos años. Las obligaciones y ocupaciones de cada uno impidieron que siguieran juntos. Hasta ahí nada que llamara la atención. Pero, al parecer, Meghan fue contundente al concluir con el amor. En lugar de viajar a Los Ángeles y aclarar como personas adultas que su relación no podía continuar, la actriz decidió enviarle por correo a su ahora ex esposo… la alianza que había sellado su amor.
Cuando la reina Isabel II supo de quien se había enamorado su nieto dicen que quedó atónita. La elegida era una mujer mestiza, estadounidense y divorciada. Pero cuando Harry anunció su boda, la monarca directamente quedó very shocked.
Sin embargo, la longeva reina no dio señales públicas de su asombro. Al contrario, invitó a la actriz a pasar la Navidad en compañía de la familia real en Sandringham House. La norma decía que no se podía invitar a ninguna pareja que no tuviera su anillo de bodas, pero Isabel II hizo una excepción. Siete años antes, Kate había tenido que separarse de su prometido y volver a casa de sus padres para pasar esa fiesta.
Tres semanas después de la boda, Isabel llevó a Meghan en el tren real; un transporte reservado para ella y sus hijos y en el que Kate nunca viajó. Apenas habían pasado tres semanas de la boda de Harry y se mostraba con Markle. En cambio el primer acto público entre la soberana y la duquesa de Cambridge fue un año después de su boda.
Fue luego del casamiento de Harry que los medios británicos comenzaron a relatar que las ahora cuñadas no se llevaban nada bien. Aparentemente la primera discusión fue en la misma boda cuando Meghan criticó el vestido de su sobrina política la princesa Charlotte. Kate habría terminado llorando, ya que estaba especialmente sensible porque había dado a luz a su tercer hijo solo unos días antes.
Otro problema fue la tiara. Meghan posó sus ojos sobre una decorada con esmeraldas. Al conocerse su elección, el protocolo, los asesores y Kate le indicaron que no sería conveniente en aquel momento utilizarla: era de origen ruso y las relaciones con aquel país no estaban en su mejor momento. Harry, tras escuchar la queja de su prometida, estalló contra los asesores: “¡Lo que Meghan quiere, Meghan lo tiene!”. Pero Isabel no aceptó el pedido y como se suele decir “marcó territorio”.
Los rumores de la mala relación entre las cuñadas comenzaron a arreciar hasta que aparecieron juntas en el Torneo de Wimbledon. Sonriendo, simpáticas, se las veía compinches y amigas.
Parecía que la paz volvía hasta que un artículo publicado por The Sun indicó que Kate supuestamente “puso en su lugar” a Meghan luego de que la duquesa de Sussex hablara groseramente al staff del Palacio de Kensington. Un comportamiento que Middleton desaprobó en público.
El Palacio de Buckingham se encontró obligado a negar esta historia en un escueto y contundente comunicado enviado a The Mirror: “Esto jamás sucedió”.
Pese a la desmentida la tensión era cada vez más evidente. Tanto que Harry decidió mudarse con su esposa a Frogmore Cottage, en Windsor, mientras su hermano William y Kate Middleton seguirían en el Palacio Kensington. En ese momento un amigo cercano a la pareja había afirmado que la decisión de mudarse se debía a que existía una ruptura entre los hermanos porque “Kate y Meghan son personas muy diferentes”. La fuente agregó: “Realmente no se llevan bien”.
Parecía que la mudanza mejoraba la relación entre ambas. En una entrevista Meghan Markle, admitió que estaba “sobreviviendo” desde su llegada a la corona británica. Al saberlo, Kate le dijo que “cada miembro de la realeza pasa por un mal momento” con el escrutinio de la prensa, y que debería “seguir adelante y superarlo”, según reveló el ex corresponsal de la realeza Phil Dampier al diario Express.
Seguramente Kate le habrá contado también que la prensa la había apodado “Waity Katie” (Katie Espera) después de que aguardó casi 10 años la propuesta de matrimonio y que fue calificada de “vaga” por renunciar a su trabajo en la empresa de sus padres, para prepararse para ser parte de la familia real.
“Me dijeron que Kate está haciendo todo lo posible para ayudar a Meghan”, alegó Dampier en su entrevista con el tabloide británico. “Ninguno de ellos quiere decepcionar a la Reina, por lo que Kate está tratando de arreglar las cosas en privado. Me han dicho que se contactó con Meghan por teléfono. Kate siente pena por ella, y sabe que no está bien”.
Según los medios ingleses y en su deseo de no romper definitivamente, Kate le pidió a su cuñada que sus hijos pudieran pasar más tiempo con su primo. Ella ya había contado que George, Charlotte y Louis “lo adoraban”. Para convencer a Meghan utilizó un fuerte argumento: “Es lo que le hubiera gustado a Diana. Te lo pido por ella”, aseguran los tabloides ingleses acerca de como intentó convencerla. Argumento posible de creer pero imposible de comprobar dada la intimidad de esa charla. La respuesta de Meghan no trascendió.
Pero el 8 de enero el duque y la duquesa de Sussex anunciaron que tenían “la intención de dar un paso atrás como miembros ‘senior’ de la familia real y trabajar para ser financieramente independientes”. El anuncio hizo que la reina Isabel II convocara inmediatamente a su hijo, el príncipe Carlos y a su nieto, el príncipe William al palacio de Buckingham.
Kate decidió quedarse y llevar a sus tres hijos al colegio. Pero fue Dampier quien nuevamente metió el dedo en la llaga asegurando que la fecha elegida por Harry y Meghan no fue al azar.
“Aparte de cualquier otra cosa, el anuncio de Harry y Meghan ha eclipsado el cumpleaños número 38 de Kate. Es solo otro ejemplo de cuán lejos se han separado los llamados Fab Four, y dudo que Harry y Meghan estén en alguna celebración para Kate.”