Dunas de ceniza y árboles con las ramas desnudas. Así se traduce la desolación dejada por la entrada en erupción el 12 de enero del volcán Taal en una región de Filipinas en la que substitían el martes pocas señales de vida.
La isla se ha visto inundada por la lluvia de cenizas que se produjo en el momento de la entrada en erupción del volcán, uno de los más activos del archipiélago filipino.
La zona en torno a Taal fue evacuada ya que las autoridades temían una erupción mucho más potente y dañina.
El martes, una decena de vacas erraba entre casas cubiertas por el polvo y varios barcos seguían amarrados en el puerto, pudo comprobar un periodista de la AFP que sobrevoló la zona en un avión militar.
El vapor seguía emanando del cráter del Taal.
Las autoridades explicaron en los últimos días que el riesgo de erupción inminente era pequeño.
Sin embargo, los científicos advirtieron de una amenaza seria de erupción y más de 110.000 personas fueron evacuadas a refugios de emergencia.
Muchos de ellos ya regresaron a sus hogares con el ánimo de intentar salvar su ganado o sus propiedades. Muchos encontraron solamente casas aplastadas o sepultadas por el peso de las cenizas.
Las familias que vivían cerca del volcán tenían ingresos gracias al turismo ya que pese a los riesgos de una erupción, la región es muy apreciada por los visitantes.
El gobierno filipino ultima un plan con vistas a trasladar a la población a una base permanente y transformar la isla en una tierra de nadie.
La última gran erupción del volcán Taal, que se sitúa a unos 100 km de Manila, se remonta a 1977.
El archipiélago de Filipinas se encuentra en el “Cinturón de fuego” del Pacífico, donde las placas tectónicas entran en colisión y causan sismos y fuerte actividad volcánica.
AFP