La madrugada de este 23 de enero debió despertar cual Gregorio Samsa convertido en un monstruoso insecto. Han sido días de apremio para él. En lo que va de semana no le ha sido fácil conciliar el sueño entre los pleitos con Diosdado, las estupideces de Jorgito y las sorpresas de Guaidó.
Su vacío de escrúpulos no es suficiente protección para no sentirse un lastre al ver en directo desde Davos a un Juan Guaidó crecido hablándole con sobriedad y precisión al mundo de los problemas y de los sueños de libertad, democracia y progreso que tiene Venezuela.
Primero fue que si Guaidó apareció en la Cumbre Antiterrorista de Bogotá, que si Craig Farrel, el Jefe del Comando Sur, se reunió con militares colombianos, que si el buque USS Detroit de la Armada norteamericana, que si la nave tiene “un cañón de 110 mm, sistema de misiles antiaéreos, misiles de guerra anti superficie, torpedos”, que si navega a 26,5 millas náuticas de las costas venezolanas. Piense usted en Soleimani, por ejemplo. ¡No es fácil!
Luego, que si el tal Guaidó aterrizó en Londres, que si lo recibió el Primer Ministro, Boris Johnson, que si de ahí voló a Davos y se reunió con Angela Merkel y un “pocotón” de gente más, mucha gente importante del mundo de la política, los negocios y las finanzas, que si todos cual “guaidolover” se retrataron con él, que si Ivanna Trump. ¡Cochina envidia!
Y ahora, estos 15 minutos de gloria del afortunado orador en el púlpito del Foro económico más importante del planeta que ha madrugado para ver hasta enrojecer su rostro de ira. ¡Es mucho con demasiado!
“Hoy 23 de enero del 2020 no solamente tenemos capacidades sino la posibilidad de realizaciones en nuestro país.
Quiero que se paseen por un segundo por esta idea: Venezuela libre, Venezuela democrática, con respeto a los derechos humanos, con capacidad de inversión, de recuperación de sus campos petroleros, pero también de la agroindustria, de la posibilidad que tendremos de reconstruir y consolidar una región democrática plena, al servicio de la humanidad, de detener el desastre.
Esa sola idea vale la pena, esa sola idea de atender la emergencia vale la pena. Nosotros no nos vamos a detener si tenemos que saltar muros como nos toco a los diputados para ir a trabajar a cumplir con nuestro deber, lo haremos”.
El kafkiano amanecer de Nicolás Maduro este 23 de enero debió ahondarle su inutilidad, cultivada en sus días de vago reposero, cuando Guaidó a continuación dejó caer la frase clave de su discurso:
“También les digo, y por eso estamos aquí, solos no podemos, enfrentamos a un conglomerado internacional criminal. Necesitamos de su ayuda”.
Menos mal salió “bobolongo”, Nicolás. ¿Te imaginas…?